"El único hombre que jamás se equivoca es el que nunca hace nada." (J.W. Goethe)
domingo, 28 de diciembre de 2014
Contra els excesos nadalencs
Prou de "fum fum fum", "pero mira cómo beben los peces en el río", "jingle bells" i horterades vàries en tots els idiomes! Desembafeu-vos una mica amb aquesta esplèndida -per més que una mica massa seriosa pel meu gust...- versió de King Arthur, del meu admiradíssim adorat idol·latrat Henry Purcell:
domingo, 14 de diciembre de 2014
El juego del teléfono
"La verdad saliendo del pozo", Gérôme |
Cada uno oye lo que quiere y, si
para ello tiene que transformar la realidad a su propio antojo y conveniencia,
la transforma sin reparos. En el improbable caso de ser reprendidos por ello,
siempre se puede aducir alguna excusa barata del tipo “Yo no lo había entendido
así”, “Con las prisas, ya se sabe…” o incluso “La definición de pantalla de mi
móvil es muy mala”. Por otro lado, la verdad es que los medios de comunicación
actuales nos ponen en bandeja de plata seguir siendo tan dispersos, aproximativos
y chapuceros. Pondré dos ejemplos de esta misma semana.
Primero: el miércoles a primera hora
de la mañana, nada más entrar en clase, mis alumnos de 3º de ESPA me saludaron
con la noticia de que en Finlandia –cuyo sistema educativo idolatro y ellos lo
saben- habían “prohibido la ortografía” y, por lo tanto, no veían razón para
seguir estudiándola. “¿Qué? Pero, ¿se puede saber de dónde os habéis sacado
eso?”, les pregunté. Pues de una aplicación informática, ¡cómo no!, que les
manda un cóctel de noticias tan resumidas y descontextualizadas que apenas se
entienden y que, en el mejor de los casos, parecen un “corta-pega” elaborado
por algún analfabeto funcional. Una vez consultado un periódico serio, descubrí
con gran alivio que no, que el Ministerio de Educación finlandés no ha
prohibido el estudio de la ortografía; lo único que ha hecho es eliminar la
caligrafía, es decir, los odiosos “palotes” de los cuadernillos Rubio y
similares. Los escolares finlandeses ya no aprenderán a utilizar la letra
redondilla (o “lletra lligada”), sino únicamente la de imprenta (o “lletra de
pal”), lo cual -aunque tiene su lógica- me provoca algunas perplejidades de
tipo didáctico y cierta envidia malsana. A cambio, se les enseñará mecanografía,
es decir, a disponer adecuadamente los dedos sobre el teclado de un ordenador y
a escribir sin necesidad de mirarlo, cosa que sería muy necesaria para todos en
los tiempos que corren: estoy harta de ver licenciados universitarios que utilizan
los índices hasta para espaciar y tardan una eternidad en “picar” un texto. ¿De
dónde había surgido entonces la noticia de que en Finlandia han “prohibido la
ortografía”? Pues del escaso interés que tienen mis alumnos en aprender a puntuar
como es debido (¡ahí os pillé, queridos!). Os aseguro que a veces me siento como si fuera miembro
de una secta…
Segundo ejemplo. Otro cenutrio me
aseguraba esta semana que “El País
dice que el Quijote es un plagio”.
¿Qué? “Pero, ¿seguro que eso lo has leído en El País y no en menéalo.com?”, le contesté yo, presa del
sobresalto. Por supuesto, en cuanto tuve un momento me lancé sobre el primer
ejemplar que cayó en mis manos para comprobar la veracidad de semejante
barrabasada. Al parecer, y según el artículo en cuestión, un investigador ha
descubierto recientemente que un procurador de El Toboso solía vestirse “con
armaduras, (…) para atacar y espantar a los lugareños”. El artículo en
cuestión, firmado por Winston Manrique Sabogal, es francamente divertido, pero
aun con todas sus chanzas a costa del pobre Cervantes dista mucho de acusarlo
de plagiario (cosa que, por otra parte, resultaría ridícula y anacrónica, pues el
concepto de autoría intelectual data del Romanticismo). Como veis, ¡no gano para sustos!
Estamos en la era del “corta-pega”,
en el reinado de la lectura entre líneas. Nadie tiene suficiente paciencia para
sentarse a leer a fondo durante un buen rato. Los niños ya no aguantan un
cuento entero y parecen incapaces de concentrarse en una única tarea, los
adolescentes se pasan la vida pendientes de alguna pantallita y son incapaces
de memorizar, los adultos… ¿Qué decir de los adultos? Las prisas, la falta de
interés o la conveniencia los dominan hasta tal punto que no se enteran ni de
lo leen. Una lástima, ¿no? ¡Menos palotes y más sosiego!