domingo, 4 de agosto de 2013

Hay para todos

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“Quina animalada!” fue lo primero que pensé el otro día, al volver a Menorca después de pasar quince días en el extranjero, desconectada de todo y de todos, y encontrarme con que los tres directores de IES de Mahón -que no de secundaria, como erróneamente se ha dicho, pues hasta donde yo sé en el CEPA Joan Mir i Mir, o Escola d'Adults de Maó, también impartimos dicho nivel educativo- habían sido suspendidos y que el bueno de Julián Hernández, delegado territorial de Educació, había dimitido un día antes de su prevista jubilación por haberse visto obligado a defender lo indefendible, cosa que al parecer hizo con gran honradez y dando una lección de dignidad de la que otros podrían tomar ejemplo.
Todo esto merece un análisis detenido y detallado, más allá de las primeras impresiones que me causó recién llegada a la isla, mientras devoraba los periódicos atónita, entre un mar de maletas por deshacer y con remordimientos de conciencia por no haber hecho la compra todavía.

En primer lugar, y aun siendo poco amiga de manifestaciones -quien me conoce sabe que las únicas aglomeraciones que me gustan son los conciertos-, huelgas -yo sólo creo en las huelgas “a la japonesa”- y demás tomas de posición públicas, quiero manifestar aquí mi desconcierto. ¿Qué sentido tiene cesar a los directores anteriormente mencionados cuando la última palabra sobre la aplicación práctica del decreto TIL la tiene el Consell Escolar de cada centro?
Por otra parte, he tenido el placer de trabajar con Marga Seguí, directora (cesada) del IES Joan Ramis i Ramis, y sé que es una persona razonable, dialogante y moderada. A los señores Jaume Bonet, director (cesado) del IES Cap de Llevant, y Rafel Andreu, director (cesado) del IES Pasqual Calbó, sólo los conozco de vista y por referencias, pero estoy segura de que han cumplido con su deber respecto al decreto TIL. No creo que ninguno de ellos se merezca un cese tan fulminante como inusitado. ¿Dónde está la presunción de inocencia en este caso?

Como ya dije en mi artículo “¡Ay, el inglés!” (publicado en esta misma sección el martes 16 de julio de 2013 y todavía legible a través de mi blog “Reflexions d'una secretària desesperada”): “aunque entiendo que a nivel organizativo y en las precarias condiciones actuales nos arriesgamos a que su aplicación inmediata siembre el caos en las aulas, considerándolo en abstracto, el decreto TIL no me parece mal. (...) la idea de repartir equitativamente y de forma alternada la mayor parte de las asignaturas de que consta el currículo de Primaria y Secundaria -con la sola excepción de las escuelas de adultos que, una vez más, se han quedado fuera- entre el castellano, el catalán y el inglés me parece no sólo buena, sino también justa y necesaria”.
En mi opinión, el problema no radica en el decreto en sí, sino en su aplicación inmediata, que es imposible por falta de profesores especialistas en Naturales, Sociales o Matemáticas con un nivel de inglés lo suficientemente bueno como para poder impartir sus clases en dicha lengua. El decreto TIL tendrá sentido cuando al menos una tercera parte del profesorado de cada centro sea capaz de hacerlo. No se trata de dar plazos desmesurados que inviten a tumbarse a la bartola. De hecho, la mayor parte de los profesores que conozco ya se han puesto manos a la obra, aunque sea a regañadientes, y están estudiando inglés por todos los medios a su alcance. Pero no es cuestión de meses, sino de algunos (pocos) años.
Quizá ayudaría que alguno de los políticos responsables del decreto TIL diera ejemplo pronunciando un discurso en inglés. Hasta donde yo sé -y que conste que me encantaría equivocarme, pido perdón a quien corresponda desde ya mismo-, ninguno de ellos tiene el B2 ni está haciendo los mismos esfuerzos que nosotros por obtenerlo. A la única que he oído hablar en inglés hasta el momento es a Esperanza Aguirre, ex presidenta de la Comunidad de Madrid.

Ya para terminar, me gustaría decir que un poco más de paciencia y sentido común no estarían de más en todo este espinoso asunto. Como menorquina nacida en Valencia, criada a caballo entre Madrid y Barcelona, casada con un italiano y capaz de expresarse indistintamente en tres lenguas, aunque ninguna de ellas sea el inglés, no puedo estar más en desacuerdo con los que piensan que el conocimiento de una lengua excluye al de las otras. El cerebro humano tiene una capacidad lingüística ilimitada, basta ejercitarla.
Por otra parte, y como profesora de Castellano que soy, quiero hacer notar que no sólo nuestro nivel general de inglés y de catalán -todavía insuficiente- son deficitarios. El castellano que se habla y se escribe en nuestras islas tampoco es como para tirar cohetes. Menos ombliguismo y más viajes. Menos tontería -llámase Wii, Facebook o WhatsApp- y más lectura. Lo ideal sería que imperaran la cultura, la tolerancia y las ganas de aprender. (Fin de la cita.)

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