jueves, 5 de septiembre de 2013

English "pitínglish" Day

http://www.ub.edu/gpre/resums/hemerote/maig99/r26maig5.gifTodo el mundo sabe que el verano no se acaba el 20 de septiembre, como propugnan los expertos, sino cuando todos los canales de televisión al mismo tiempo empiezan a emitir anuncios de coleccionables absurdos. Entonces sabes que ha llegado definitivamente el momento de agachar la testuz y volver a sumergirte en la monotonía del invierno, que también tiene su gracia.

El curso escolar 2013-14 ha arrancado con la convocatoria de huelga indefinida por parte de los sindicatos que se dedican a la enseñanza. Los motivos son de sobras conocidos y han alimentado la prensa de todo el verano, así que no insistiré en explicarlos, a pesar de la desinformación general que oigo a mi alrededor. Probablemente yo esté igual de desinformada sobre los recortes que afectan al sistema sanitario, por ejemplo.
Con todos mis respetos hacia los trabajadores de los sindicatos -a uno de los cuales yo misma pertenecí durante un tiempo, y a mucha honra-, que hacen su trabajo lo mejor que saben y pueden en las presentes condiciones, lo que quiero decir aquí es que una huelga indefinida de docentes no sólo no es la solución a nuestros problemas, sino que en mi opinión contribuiría a agravarlos. Nuestros alumnos tendrán de desarrollar las mismas competencias en menos tiempo; los padres que trabajan y no tienen abuelos complacientes a su disposición -yo misma, sin ir más lejos- habrán de apañárselas para "colocar" a sus hijos después de hacer saltos mortales durante todo el verano para conseguir lo mismo pagando canguros, escuelas de verano, etc., y a nosotros se nos descontarán días de sueldo, tan necesarios para pagar la hipoteca y llegar a fin de mes. En resumen, ¿somos tontos o qué? ¿Dónde se ha visto que haya que pagar por protestar, que es en definitiva lo que estamos haciendo? Además, las huelgas deberían fastidiar al que está arriba y tiene la culpa de todos nuestros males, reales o imaginarios, no al pobre contribuyente, al que ya le llueven palos continuamente hasta de donde menos se lo espera.
Desengañémonos, compañeros, el grueso de la opinión pública está con los profesionales sanitarios, pero no con los docentes. Basta leer los comentarios que aderezan las noticias sobre el cese de los tres directores de instituto de Mahón o la dimisión del delegado del Gobierno. Algunos comentarios destilan tanto odio que casi dan miedo... Mucha gente -no toda obviamente, pero sí gran parte de la sociedad- nos tiene por vagos, quejicas, irresponsables y catalanistas a ultranza (con todos mis respetos para este último colectivo). No saben ni entienden que si tenemos casi tres meses de vacaciones al año es en virtud de un antiguo acuerdo que hace que nuestros ingresos sean mucho menos elevados que los del resto de funcionarios de clase A, que sólo tienen un mes de vacaciones como todo hijo de vecino, sí, pero cobran bastante más.
¿A quién beneficia que hagamos huelga, indefinida o no? Ya hemos visto que ni a nuestros alumnos, ni a sus padres, ni a nosotros mismos. Entonces, ¿a quién? Pues a la Conselleria d'Educació, Cultura i Universitats, que gracias a la huelga se ahorrará un montón de jornales. Como secretaria de mi centro educativo, formo parte de los servicios mínimos y, por lo tanto, siempre estoy presente en el momento en que algún ilustre chupatintas de la Conselleria llama para preguntar con avidez que cuántos, ¡cuántos!, de los nuestros se han declarado en huelga. Creedme si os digo que casi se puede oír el tintineo de la caja registradora desde el otro lado del hilo telefónico.

¿Qué hacer? No lo sé, pero tengo claro que las huelgas tradicionales han agotado su capacidad de pegada. Llamadme estúpida o loca, pero... ¿y qué tal una huelga de celo? Una huelga de celo, según santa Wikipedia, es "la actuación organizada de los trabajadores de una o más empresas del mismo o diferentes sectores productivos que consiste en el cumplimiento estricto de la normativa laboral, de salud e higiene y con rigurosa aplicación de las disposiciones de los convenios laborales, causando una paralización de la actividad empresarial como consecuencia de dicho comportamiento". Podría ser incluso divertido. ¿Os imagináis a la consellera recibiendo una avalancha de solicitudes en inglés el día D? Sería un modo irónico, creativo y original de protestar, a la par que pacífico y poco ofensivo. ¿Os acordáis de la tormenta mediática que desató a finales del curso pasado el que algunos estudiantes premiados por su excelencia se negaran a darle la mano al ministro Wert durante el acto de entrega de sus galardones? Nosotros no hemos de pasar por maleducados: la Educación es nuestra especialidad. Además, no sería lo más aconsejable si queremos gozar del apoyo de la sociedad que nos rodea y para la cual trabajamos, no hay que olvidarlo.
¡Ahí queda eso!

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