sábado, 25 de enero de 2014

Purcell F.C.


http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/9a/Edmund_blair_leighton_accolade.jpg          Cumpliendo con mis propósitos de Año Nuevo, que ya detallé en esta misma sección, hoy me propongo hablaros de mi compositor preferido, Henry Purcell (1659-1695). Absténgase de leerlo cualquier mente cargada de prejuicios malsanos contra la música clásica, o contra la cultura en general. Si alguna vez os habéis sentido tan marcianos como yo misma a causa de vuestros gustos y aficiones, si alguna vez habéis abominado del pop facilón y similares, este artículo es para vosotros, pedantes sin remisión.
            Hoy no pienso andarme con tonterías ni disimulos. No sólo me encanta leer –sí, ¿qué pasa?-, sino que además me chifla la música clásica, tururú. ¡Ojalá se pudiera hablar de ello con la misma despreocupada naturalidad con la que se comenta un partido del Barça o del Real Madrid…! Pero, en nuestro país, haciendo confesiones de este tipo te expones, como mínimo, a la conmiseración ajena.

Si todos los músicos de todos los tiempos formaran una liga yo sería, sin duda alguna, del Purcell Fútbol Club. Como algunos ya sabéis, Purcell –pronúnciese “pársel”, no como “porcell”- no sólo fue un músico genial, sino que tiene un repertorio tan variado como apasionante.
Hace unos años pasamos quince días en el suroeste de Inglaterra, concretamente en Cornualles y Gales, siguiendo las supuestas huellas del rey Arturo. Tanto a mi marido como a mí nos sorprendió la simpatía y la calidez con que nos acogieron los británicos a pesar de que nuestro rudimentario inglés apenas nos permitía comunicarnos con ellos. Los amables dueños del pub a las afueras de Exeter donde estuvimos alojados unos días, por ejemplo, siempre tenían un rato para piropear a nuestra hija, enseñarle un cachorrillo, interesarse por nuestra procedencia o sugerirnos alguna visita. Pero lo que más nos impresionó fue que no se dejaran abatir por la continua llovizna que bañaba las ferias costeras ni por el viento que azotaba inmisericordemente las playas, en las que eran capaces de permanecer horas y horas cazando cangrejos con una facilidad pasmosa. De hecho, demostraban estar siempre de un humor excelente aun en mitad del temporal.

Purcell no era galés ni de Cornwall, sino londinense. Pero, a juzgar por su música, debía de ser tan vitalista, excéntrico y charlatán como sus actuales compatriotas, ya que resulta alegre hasta cuando escribe música para funerales (véase la marcha que escribió para las exequias de María I de Inglaterra, apodada “Bloody Mary” por su afición a mandar quemar en la hoguera a sus acérrimos enemigos, los anglicanos).
A continuación, trazaré un breve, desordenado e incompleto itinerario por su obra, que aún no conozco lo suficiente para ser rigurosa ni exhaustiva, y que tengo la impresión de que es un pozo sin fondo de diversión y enriquecimiento intelectual. Si queréis seguirme, deberíais armaros de un ordenador con una buena conexión a Internet y, sobre todo, que tenga o se le puedan acoplar unos altavoces de calidad. Una columna musical necesita banda sonora. ¡Poned YouTube a trabajar, vamos!
            La primera vez que me hablaron de Purcell fue en un cursillo de iniciación a la ópera que impartía Juan Mercadal, más conocido como “Nito Xuquí”. Fue él quien me descubrió el final de Dido y Eneas, una ópera de la que había oído hablar, pero que no había escuchado jamás. Hay que tener el corazón de piedra para no conmoverse hasta las lágrimas con la sentida interpretación que Maria Ewing hace de la muerte de Dido en su “When I am laid in earth”…


Pocos años después llegó “We the spirits of the air”, un precioso duetto para dos sopranos que descubrí gracias a un concierto participativo y que posteriormente he tenido el placer de cantar junto a mi profesora de la Escuela Municipal de Música de Maó, Montse Mercadal. Mascullada en una iglesia románica, a la luz de las velas, como la encontraréis en YouTube (http://www.youtube.com/watch?v=qqZviYJ94Q8), resulta sin duda impresionante.
A continuación vino “Cold song”, primero en la interpretación del contratenor alemán Andreas Scholl, insuperable desde el punto de vista técnico, y luego en la del cantante punk ya fallecido Klaus Nomi -con la que suelo ilustrar el Barroco ante mis queridos alumnos-, tan desconcertante como su propio atuendo: mocasines de hebilla y tacón, medias tupidas, capa oscura, jubón acuchillado de color rojo sangre, una gorguera digna de Felipe II y maquillado como un payaso triste, pero cantada con toda la contenida emoción de un hombre que se sabía tan moribundo como el genio del frío que protagoniza dicha aria. “Cold song”, de todas maneras, no es más que una de las numerosas perlas de la semiópera King Arthur, entre las que aconsejo el dueto patriótico “Round thy coasts”, seguido de las fanfarronadas del bajo y de la delicada balada “Venus song”, que también he perpetrado en algún concierto.
Últimamente escucho a menudo las Canciones de taberna y capilla, una divertidísima colección de cánones, fugas y rondós de aire goliárdico.
¡Alé, alé, alé Purcell F.C.!

3 comentarios:

  1. Ana, si algun dia vaig a Maó, et trucaré!.. m'agrada com escrius, i sí Purcell, es pronuncia"Parsel", i el que escrius.
    I t'agraeixo el coneixement del amic "Parsel", jajaja...., perquè no el conec. Només 3 peces que toca Jordi Savall, en el cd INVOCATION A LA NUIT, i una tocada amb una flauta, que és preciosa, sembla de conte de fades...

    fins aviat!

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    1. Moltes gràcies, Laura!!! Purcell mereix ser conegut, reconegut i adorat, doncs és meravellosament emocionant i està ple de talent, tant quan es posa seriós com quan vol fer-nos riure. T'enviaré un parell d'entrades antigues per tal que en facis una acurada coneixença, eheheh

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    2. Impossible enviar-te res! No tens Google+... quina llastimeta. De tota manera, si encara no l'has llegida, et recomano tota la nissaga de "Nosotros, los fantasmas", inspirada en un duet de Purcell que m'agrada molt.

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