jueves, 7 de agosto de 2014

Nosotros, los fantasmas (II)


-Perdóname. No quería ser tan brusco –le oyó mascullar de improviso.
Ella abrió los ojos, aunque tardó en acostumbrarse de nuevo a la penumbra algodonosa que envolvía el compartimento.
-¿Qué has dicho?
-Que me perdones. No pretendía asustarte.
Ella asintió. Y algo parecido a una sonrisa aleteó sobre la comisura de sus labios. Él le devolvió el gesto abiertamente.
-¿Cómo estás? –le preguntó él tras una pausa en la que sólo se oyó el traqueteo del tren y la respiración acompasada de sus acompañantes, que parecían a punto de conciliar el sueño.
-Bastante bien. Aunque he estado enferma últimamente.
-¿Qué fue?
-Un tumor. Benigno, por suerte.
-Lo siento.
A continuación, ambos volvieron a guardar silencio durante unos instantes.
-No te preguntaré si te has convertido en cantante profesional porque ya lo sé. Hoy en día es muy fácil seguir la vida de una persona…
Al oír esto, experimentó una leve sensación de mareo, aunque no supo identificar si era debida al desconcierto que le producía que hubiera continuado interesándose por ella o por la vergüenza que sentía a causa de la mediocridad incontestable de su carrera.
-¿Te he asustado? –preguntó él.
-Un poco –respondió ella, azorada.
-No hablemos más.
-No, no… Cuéntame de ti. ¿Sigues doblando anuncios?
-No. Eso se acabó. Ahora soy artesano. Hago lámparas art nouveau e incluso alguna que otra vidriera por encargo. No me va mal, parece que ese tipo de objetos se han puesto de moda últimamente. Donde mejor se venden es en las ferias de anticuariado. Ahora mismo voy a una. Llevo los catálogos y unas muestras en el furgón de cola. Y tú, ¿adónde te diriges?
-A M***. Me han contratado para que actúe en la reapertura del teatro lírico. Lleva un montón de años cerrado por obras.
-Sí, ya lo sé. Concursé para hacerles los nuevos apliques de los palcos… Era un diseño muy bonito, en forma de tulipán translúcido, pero no ganó. ¿Y qué vas a cantar?
-La carta de amor de Monteverdi y un dueto de Purcell que canto desde hace años.
-¿Lo conozco yo? –inquirió con avidez.
-Puede que sí. Se llama “We the spirits of the air”, de Purcell.
Tarareó la primera estrofa de la segunda voz pianissimo para no despertar a la familia árabe, que ya dormía plácidamente:
-We the spirits of the air that of human things take care. Out of pity, now descend to forewarn what woes attend.
Justo en ese momento, se apagaron las luces del pasillo y tan sólo quedaron encendidas las de emergencia. En la semipenumbra ambarina del vagón, ambos parecían más jóvenes.
-¿Qué hora es? –se sorprendió ella.
-Las doce, creo. ¿Cómo sigue? –quiso saber él, con aire soñador.
Apenas había cambiado desde los últimos veinte años. Seguía llevando el pelo largo y recogido en una coleta, unas gafas de montura ligera y ropa oscura, desastrada e informal. Con los años parecía haber adquirido consistencia: no sólo físicamente, sino también a nivel moral. Ya no se le veía tan torpón y atolondrado como veinte años atrás. Al parecer había empuñado el timón en el último momento, virando frente a la escollera.
-¿Cómo sigue el qué?
-Tu dueto.
-¿De verdad quieres que te lo cante?
-Sí.
Ella aspiró con firme delicadeza, como si quisiera llenarse los pulmones de un exquisito aroma volátil, o polvo de hadas.
--We the spirits of the air that of human things take care. Out of pity, now descend to forewarn what woes attend. Greatness clog’d with scorn decays, with scorn decays, with the slave no Empire no, no, no, no Empire stays…
Su hermosa voz, algo más grave, impostada y artificial que antaño, pero sin duda no lo suficiente para sofocar la intensa emoción que producía escucharla, se deslizó con dulzura en el interior del vagón, inundándolo gradualmente como si de una gigantesca pecera se tratara. Las notas de Purcell aleteaban en su interior como peces colorados y ávidos de movimiento.
-Cease to languish, cease to languish then in vain, since never, never, never, never, never to be loved again… 

Primer capítulo en: "Nosotros los fantasmas (I)"

6 comentarios:

  1. Hola Ana. El aire anglófilo de este cuento y la referencia a los fantasmas me resultan familiares. Me parece que has escrito un cuento de Javier Marías. ;-)

    Perdoname la broma. En mi descargo diré que al volver de vacaciones había algunos asuntos bastante aburridos que me estaban esperando.

    Estoy esperando la tercera parte del cuento.

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    1. Por lo que veo, ya habéis vuelto de la playa. ¡Bienvenidos a la civilización! Los que vivimos -como quien dice- en la playa seguro que no sabemos apreciarla tanto como vosotros, habitantes del árido páramo madrileño. Estuve allí hace un par de semanas y casi me da algo: qué calor, qué cantidad de polvo, cuánto smog, qué sequedad de pieles y lentillas... Menos mal que existen los maravillosos cines Princesa donde guarecerse del siroco. ;-)
      ¿Dónde has visto tú el "aire anglófilo" de mi cuento? No consigo encontrarlo (aparte de mi sempiterna adoración por Henry Purcell y su obra). En cualquier caso, me alegro de que te haya gustado.
      Te mandaré la tercera parte en primicia mundial, en cuanto esté lista. Entretanto, a sufrir curiosidades.

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  2. Más allá de que pongas fragmentos de la canción en inglés sin traducir parece que el propio cuento te haya sido inspirado por el texto de la canción de Purcell, o tiene relación con lo que sienten los amantes.

    Al menos dos novelas de J. Marías parecen haber sido inspiradas por versos sueltos de obras de Shakespeare. En el caso de "Corazón tan blanco", un verso de Macbeth. Y en el de "Mañana en la batalla piensa en mí" un verso de Ricardo III. Textos líricos, en inglés antiguo, que parecen describir los sentimientos escondidos por los protagonistas.

    También los fantasmas son uno de sus temas comunes. Él siempre dice que su película favorita es "El fantasma y la señora Muir", y dedicó a ellos su libro "Cuando fuí mortal". En tu cuento no pasan del título pero lo has puesto en primera persona del plural, de modo que flota en todo momento sobre los dos protagonistas.

    Esta conversación me gusta y me alegro de tenerla, aunque sea por este medio en que ambos somos, el uno para el otro, una especie de fantasmas. Pero si me hubieras dejado saber que pasabas por el árido páramo madrileño en el que ahora estoy no hubiera perdido la ocasión. Habrías sido invitada. En caso de aceptar yo hubiera dejado de ser un fantasma y tú no solo serías un "Spirit of the air".
    Los cuentos son hermosos pero no sustituyen a la propia Vida.

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    1. Querido fantasma:
      Excelente análisis de mi modesto folletín veraniego (que en el "Menorca, diario insular" mancillan repetidamente no respetando la regularidad de las entregas: la primera en miércoles, cuando nadie se lo esperaba; la segunda en jueves, como corresponde a mi sección; la tercera... ¡a saber cuándo saldrá!), suscribo cada palabra.
      Veo que eres un auténtico experto en la obra de Javier Marías. Hace unos años me gustaba mucho, pero últimamente me cansa: se repite demasiado. Algunos párrafos suyos me producen el mismo efecto que un canon cancrizante. Y sus obsesiones cinéfilas y literarias están muy bien, pero son siempre las mismas. Además, me molesta que no haga más que quejarse en sus columnas. Parece el portavoz de los gnomos gruñones del bosque.

      Por lo que respecta a tu invitación, sólo estuvimos tres días en Madrid y bastante tuvimos con los viejos amigos corpóreos de mis diecisiete años en el árido páramo castellano, como para andar convocando nuevos espíritus que, por lo que recuerdo, estaban en la playa. Cuando vayamos por más tiempo, te aviso. I promised!

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  3. No hace mucho que me leyeron un artículo en que Marías se quejaba de los programas de cocina de la televisión. No estuve de acuerdo y me llevé la misma impresión que tú, que con los años se está volviendo cascarrabias. No puedo ser severo con él. Yo mismo he cumplido 10 años por quinta vez y vengo notando que la paciencia se me agota cada vez más facilmente. Supongo que uno no tiene ganas ya de perder el tiempo con tonterías por las que ha pasado demasiadas veces. Otros autores como Cela o Fernán Gómez mostraron síntomas parecidos.

    Tampoco puedo ser severo contigo respecto a tu paso por Madrid porque mis cálculos coincidían con los tuyos, estaba en la playa. Aún así quise avisarte de lo que pasará si la ocasión se repite.

    Buscando mucho creo que podría encontrar ocasión para enfadarme contigo pero creo que prefiero guardarla para tomarte el pelo más tarde:

    "Durante un par de minutos, volvió a cantar para él como cuando eran jóvenes y soñaban con viajar por todo el mundo, colmándolo de belleza. "

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    1. Así, pues, ya sabes cómo termina el cuento. Enhorabuena, pocos se han dado cuenta.
      En cuanto a lo de enfadarte conmigo o tomarme el pelo, no te lo consiento. Polvo eres y en polvo te convertirás, fantasma.

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