jueves, 7 de marzo de 2019

Paradojas de la enseñanza actual

Al pan, pan y al vino... ¿vino?
Reflexión escrita para ser publicada en la nueva sección "¿Y tú qué piensas?" de EL PAÍS:

Paradojas de la enseñanza actual

            Últimamente tengo la impresión de que los docentes no hacemos más que dar palos de ciego como el primer amo de Lazarillo… En lugar de dedicar nuestro tiempo y esfuerzo a planificar mejor nuestras clases, crear material motivador y seguir formándonos, a menudo nos perdemos en debates estériles y, sobre todo, basados sobre una falsa dicotomía entre el bien y el mal, lo antiguo y lo que según el gurú de turno habría que desterrar.
            Por una parte, se nos anima a que seamos originales, creativos y emprendedores; pero, por otra, se nos obliga a programar al dedillo todas nuestras clases a principios de curso. ¿Y qué pasa si las Coplas a la muerte de su padre de Manrique suscitan un apasionado debate sobre “cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando”? ¿Y si logro interesar a mis alumnos por las danzas de la muerte e incluso les apetece escenificar alguna al son del Dies Irae? ¿Y si ante la visión de determinadas imágenes icónicas de El séptimo sello me piden ponerla entera? ¿Qué habría de hacer entonces, acallar su curiosidad porque abarca más de las dos miserables sesiones que había calculado dedicar a las Coplas?
¡Todo son contradicciones! Nos encabezonamos en evaluar por competencias mientras seguimos dividiendo el currículo en asignaturas estancas y cronológicamente descabaladas, en embarcarnos en ambiciosísimos proyectos en los que no todo tiene cabida ni utilidad, en llenarnos la boca de “atención a la diversidad” cuando la cruda realidad es que un único docente ha de atender contemporáneamente a treinta alumnos por aula... ¿Abolir del todo las clases magistrales? Si alguien sabe más que yo sobre un tema, lo tengo enfrente y le pagan por enseñarme, ¿por qué habría de prescindir de sus explicaciones? Parece como si por haber inventado el tenedor hubiéramos de olvidarnos de la cuchara… y para la sopa sigue siendo necesaria.
No todo es blanco ni negro ni hay por qué fundar una civilización nueva a cada paso; aprovechemos lo bueno del sistema antiguo sin dejar de incorporar las innovaciones que nos ayuden a alcanzar nuestro verdadero objetivo: crear mentes pensantes, cultas, con criterio y que avancen hacia el progreso desde el lugar al que nosotros, docentes, tan amorosamente los habremos conducido.

 ANA GOMILA DOMÈNECH

(Si les ha gustado y/o parecido interesante este artículo, se ruega DIFUSIÓN, por favor.)

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