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Un agradable lecho de hierba (por cortesía de La Repubblica) |
Dos años largos han pasado desde que mi “delicioso” jardín
sus puertas al público. La propuesta de Josep Pons Fraga, entonces director de Última Hora Menorca y actual editor de Menorca Es Diari, tras echar una ojeada
casual a mi blog, fue de lo más halagadora y tan abierta que me produjo cierta
sensación de vértigo: “Posam les pàgines d'UHMENORCA a la teva disposició per si tens il.lusió
en dur endavant una secció d'opinió com a col.laboradora. Lògicament, la
temàtica és lliure. Ho deixam al teu criteri, amb plena llibertat d'expressió”.
Tanta libertad es el sueño de cualquier columnista que se precie, aunque sólo sea un
simple aficionado como yo, pero por otra parte resulta inquietante. Muchas eran
las preguntas que me asaltaban: ¿Lo haré bien? ¿Y ahora de qué hablo? ¿Hasta
qué punto puedo ser personal, sincera, peleona...? ¿He de adaptarme a los
presuntos intereses de los lectores, o bien tratar de contagiarles mis propios
gustos?
Acordé con Josep que mis colaboraciones serían
quincenales, que se publicarían bajo el paraguas genérico de “El jardín de las
delicias” –como homenaje a la miscelánea homónima de Francisco Ayala, que tanto
me gusta- y que abarcarían unos 4.200 caracteres. Pero no fue hasta la fusión
del Menorca Diari Insular y el Última Hora isleño cuando mis artículos
empezaron a aparecer junto a una fotografía mía y el apelativo de “Novelera”
con el que a menudo me toman el pelo mis amigos y conocidos desde entonces, que
elegí tras descartar el de “Profesora” que me proponía el periódico, ya que me
parecía más bien pedantesco –yo sólo me siento profesora en clase, una vez
fuera del aula no puedo ni quiero dar lecciones de nada-, y el de “Lletraferida”,
que me había birlado otro colaborador.
Mucho ha llovido desde entonces, pero aún más días
soleados han lucido desde aquel martes 21 de mayo de 2013 en que apareció mi
primer artículo, intitulado precisamente “El jardín de las delicias”. Dos
semanas más tarde salió la primera entrega del folletín “Crónica del halconero”
y sufrí el primer cariñoso ataque de una fan
enfurecida por haberla dejado con la intriga de saber cómo terminaba.
Tras “Crónica del halconero II y III”, empecé a publicar artículos
sobre los temas más peregrinos, llevada por la inspiración del momento: varios
sobre el TIL (no siempre ni del todo en contra), literatura (los más numerosos,
empezando por uno de mis preferidos: “Wilkie Collins con hielo”), contra la
LOMCE y su decidido propósito de acabar con la Música y la Educación Plástica, Albert
Camus y el exilio menorquín en Argelia (“Camusiènne”, “Todo era perfecto I y II”),
retórica, propósitos navideños, el aborto (“Un mal necesario”, que fue uno de
mis artículos más celebrados hasta por quien no estaba de acuerdo), mi idolatrado
Purcell (“Purcell F.C.”), la abominable Ley de Extranjería del PP (“¡Alto ahí,
forastero!”), los escritores represaliados durante y tras nuestra guerra civil
(“Verde que te quiero verde”), algunos lugares en los que he vivido y he sido feliz
(Madrid, Barcelona, Roma, Menorca…), las huellas del tiempo (“Aquel trueno”),
la importancia de tener una mente bien amueblada, pedagogía y enseñanza, el
sistema educativo finlandés (“Algo huele a podrido en Finlandia I y II”), el
Mediterráneo (“Mar de mares”), otro folletín llamado “Nosotros, los fantasmas”
(una adaptación del cual ha sido emitida por radio recientemente), ortografía
(“Perdón imposible, ejecución inminente”), los superventas (“¡Suéltame,
bicho!”), Agatha Christie y mi indisimulada anglofilia (“It’s English time” y
tantos otros), los grandes tíos buenos de la historia de la literatura (que
aparecen citados en “El rayo de luna”), la dificultad de salir de la isla
(“#nosinmisecador”), el terrorismo islamista (“Doble rasero”), Cervantes (“La
canción de Clavileño” y “Cincuenta sombras de Cervantes”), las alergias, Sant
Jordi, el amor a los cuarenta (“¿Continuará?”), las danzas de la muerte
(“Pasacalle de la vida”), la sinestesia (¿A qué huele mi isla?” o “Verde
carruaje”), las campañas de fomento de la lectura, la génesis de Frankenstein (“El verano del fin del
mundo”)… hasta llegar al de hace dos semanas, sobre los Proms de la BBC. Si a alguno
de ustedes le apetece repescar viejas lecturas o aturdirse con semejante
batiburrillo, todos estos artículos y muchos más siguen estando accesibles a
través de mi blog, cuyo enlace encontrarán al pie de estas líneas.
Hoy este jardín cierra durante al menos un par de mesecillos
para atender las obras de ampliación (familiar) que nos esperan de forma
inminente. Con la insensato optimismo que me caracteriza, espero encontrarlo florido
a mi regreso, aunque sea a las puertas del invierno… Visítenlo cuantas veces
quieran, mi jardín es el suyo, pero acuérdense siempre de cerrar la cancela con
cuidado para no despertar al bebé que duerme. ¡Chist!