Traducción

sábado, 24 de enero de 2015

Doble rasero

Tierra de Campos
            Si no han leído aún el excelente artículo que el periodista estadounidense David Brooks (http://internacional.elpais.com/internacional/2015/01/09/actualidad/1420843355_941930.html) publicó el 9 de enero en The New York Times –reproducido por El País- a raíz del reciente atentado contra la redacción de la revista satírica francesa Charlie Hebdo, que se llevó por delante no sólo a gran parte del equipo de redacción de dicha revista, sino también a numerosas “víctimas colaterales”, les recomiendo vivamente que lo hagan.
            Dicho artículo, que tiene el atrevimiento de titularse “Yo no soy Charlie Hebdo”, empieza diciendo que “La reacción pública al atentado en París ha puesto de manifiesto que hay mucha gente que se apresura a idolatrar a quienes arremeten contra las opiniones de los terroristas islámicos, pero es mucho menos tolerante con quienes arremeten contra sus propias opiniones”, lo cual demuestra a través de varios ejemplos extraídos de su entorno más directo: “La Universidad de Illinois despidió a un catedrático que explicaba la postura de la Iglesia católica respecto a la homosexualidad. La Universidad de Kansas expulsó a un catedrático por arremeter en Twitter contra la Asociación Nacional del Rifle. La Universidad de Vanderbilt retiró el reconocimiento a un grupo cristiano que insistía en que estuviese dirigida por cristianos”.

            Pero no hace falta llegar muy lejos para encontrar ejemplos de doble moral. Aquí los mismos políticos e intelectuales que ahora se proclaman a favor de la libertad de expresión  y se declaran rendidos admiradores de Charlie Hebdo –de la que no creo que hubieran oído hablar antes del ataque y cuyo humor “deliberadamente ofensivo”, como lo califica Brooks, dudo que compartan cuando atenta contra sus propias creencias- no se pronunciaron cuando la Audiencia Nacional prohibió la difusión de cierto número de El Jueves por un supuesto delito de injurias a la Corona. Son los mismos que apoyan que siga estando tipificado en el Código Penal, y castigado con duras penas, algo tan absurdo y desfasado como el “ultraje a la bandera”.
            El artículo citado es un llamamiento a la coherencia ideológica: “Ahora que nos sentimos tan apenados por la masacre de esos escritores y directores de periódico en París, es un buen momento para adoptar una postura menos hipócrita hacia nuestras propias figuras controvertidas, provocadoras y satíricas”. O todos o ninguno, en definitiva, viene a decir. Es injusto que debatamos sobre el uso del pañuelo islámico –y con ello estoy hablando del hiyab, ¡no del burka!- en los centros educativos, pero a nadie se le ocurra cuestionar por el mismo motivo el velo de las monjas o las omnipresentes crucecitas colgadas al cuello de los colegiales en edad de hacer la comunión. Por otro lado, es paradójico que hasta las televisiones más comedidas hayan emitido íntegramente y en horario de máxima audiencia el salvaje linchamiento de Muamar el Gadafi -la convención de Ginebra no estaba en vigor ese día, por lo visto, al igual que tampoco les sirvió de nada a Sadam Husein ni a Osama bin Laben-, pero debamos respetar el derecho a la intimidad y a gozar de una muerte digna de los ejecutados por los yihadistas, cuyos vídeos son fulminantemente censurados en YouTube (lo cual me parece perfecto, ¿eh?, entendámonos). Pero el mismo respeto oscurantista deberíamos reservar para los fallecidos durante el ataque a Charlie Hebdo o contra las Torres Gemelas que para ese pobre policía musulmán abatido a tiros una y otra vez sobre una acera antes los ojos de todo el mundo. No olvidemos que el antisemitismo está prohibido por Ley, pero tan sólo el sentido común nos protege de la islamofobia rampante.
            Tampoco saquemos mártires de donde no los hay. En el funeral por algunas de las víctimas del subsiguiente asedio a un supermercado kosher, algunos ilustres trombones se llenaron la boca diciendo que aquellos “murieron por la libertad de expresión”… ¡Anda ya, hombre! Murieron porque tuvieron la mala suerte de encontrarse allí en el momento menos indicado, murieron porque nadie les dio a elegir, porque no les quedaba otro remedio. Juana de Arco sabía a lo que se exponía y quizá aceptó su destino gustosamente, pero ellos sólo habían ido a hacer la compra. En este sentido, hay que reconocer la falta de hipocresía del actual Papa, que ha declarado: “Es cierto que no se puede reaccionar con violencia, pero si el doctor Gasbarri [organizador de los viajes papales], que es un gran amigo, dice una grosería contra mi mamá, le espera un puñetazo. No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás”. Aunque no comparta sus palabras, por lo menos no utiliza el doble rasero al que me refiero.

            Y si alguno se está preguntando qué es el edificio que acompaña a estas líneas, si una ermita solitaria, una antigua sinagoga o un morabito abandonado, desengáñese; sólo es un simple palomar. Paz, compasión, tolerancia: no hay mayor misterio ni bien más escaso.

*          *

¿Què esperem a la plaça tanta gent reunida?
Diu que 1 els bàrbars avui seran aquí.
¿De què ve al Senat2 aquesta inacció?

¿Per què seuen els Senadors i no legislen?
És que els bàrbars arribaran avui.
¿Per què han de fer lleis ja els Senadors?
Les dictaran els bàrbars quan vindran.
¿Per què l'Emperador se'ns ha llevat tan d'hora
i és a seure3 al portal més gran de la ciutat,
dalt del tron, revestit i portant la corona?

És que els bàrbars arribaran avui,
i el nostre Emperador creu que ha de rebre
llur cap. I fins i tot té preparat,
per dar-l'hi,4 un pergamí. Allí li ha escrit
una llista de títols i de noms.

¿Per què els nostres dos cònsols i els pretors van avui
amb les togues vermelles, les togues recamades?
¿Per què porten braçals amb tantes ametistes
i anells amb esplèndides, cristal·lines maragdes?
¿Per què han pres avui uns bastons tan preciosos
amb tot de plata i or cisellats de mà mestra?

És que els bàrbars arribaran avui;
i tot això són coses que fascinen els bàrbars.

¿Per què els bons oradors no han vingut com sempre
a engegar llurs discursos, a dir el que d'ells s'espera?

És que els bàrbars arribaran avui,
i són gent que els empipen 5 retòriques i arengues.

¿Per què ha començat de sobte aquesta angúnia
i aquest renou? (  Oh, com s'han allargat les cares!)

¿Per què es buiden de pressa els carrers i les places
i tothom va tornant a casa molt pensívol?

És que s'ha fet de nit i els bàrbars no han vingut.
I uns homes arribats de la frontera
han dit com ja, de bàrbars, no se'n veuen enlloc.

¿I de nosaltres ara què serà sense bàrbars?
Aquesta gent alguna cosa bé resolia.

"Esperant als bàrbars", poema de Kavafis (1863-1933) en versió de Carles Riba

*          *

Primer P.S. del 29 de enero de 2014: Me tragaré que Michelle Obama no se puso pañuelo -era la única, por cierto: ¡todos los jeques llevaban la cabeza cubierta!- durante su reciente visita a Arabia Saudí para "luchar por los derechos de las mujeres en el mundo musulmán" cuando deje de ocultar hombros y rodillas frente al Papa, o su señor marido deje de lucir la "kippa" judía cada vez que pisa una sinagoga.

Segundo P.S. del 29 de enero de 2014: ¡Qué barbaridad! Pero, ¿es que estamos locos, o qué? Leer para creer: http://internacional.elpais.com/internacional/2015/01/29/actualidad/1422516792_573531.html Y me pregunto yo, ¿cuántos personajes de la Biblia encajarían en la definición actual de "terrorista", empezando por Moisés? ¿Es el loco de Utoya, que en julio de 2001 ametralló a sangre fría a unos setenta jóvenes simpatizantes socialistas para frenar "la deconstrucción de la sociedad noruega por culpa de la inmigración masiva de musulmanes", realmente representativo de lo que significa el cristianismo? Forzar a un crío árabe de ocho años a identificarse con el lema "Je suis Charlie" es de todo menos libre, laico y fraterno.

viernes, 9 de enero de 2015

#nosinmisecador


Una imagen de "La ratonera", A. Christie
            No. Ni me he vuelto loca durante las vacaciones navideñas –no más de lo que estaba, al menos- ni me he hecho de Twitter, con el blog tengo más que suficiente, gracias. El título es un pequeño guiño a mi amigo Kico, que sostiene que los artículos imprescindibles para salir de viaje son: documentación en orden, dinero, cámara de fotos, cubiertos de plástico, seguro sanitario, una brújula, mapas y planos, despertador, una gorra, repelente contra los mosquitos, pastillas potabilizadoras, un botiquín de primeros auxilios, una buena guía… (el resto de la lista en: http://kicosingps.blogspot.com.es/2014/12/cosas-preparar-antes-de-viajar-checklist.html). Ante semejante despliegue de sentido común y práctico, su mujer y yo solemos chincharlo diciendo que todo eso está muy bien, pero que nosotras sin secador –y el adaptador universal que ha de acompañarlo al extranjero, pues no todos los enchufes son iguales ni utilizan el mismo tipo de corriente- no vamos a ningún sitio. ¡Que ya somos #señorasconrulosenlacabeza, no unas punkies alocadas!
            Aunque nada de todo esto resulta necesario en este período, ya que a estas alturas del año la trampa se ha cerrado una vez más sobre todos nosotros por lo que, a menos que tengas una disponibilidad horaria y económica ilimitada, o te resulte inevitable por motivos médicos, es casi imposible abandonar de la isla a un precio razonable, sin ir rebotando de escala en escala y en un horario en el que valga la pena tomarse la molestia.

            La ratonera (1952), cuyo título original es The mousetrap, es una de las pocas obras de teatro que escribió mi admiradísima Agatha Christie que, sin embargo, era una prolífica autora de novelas, de las que llegó a publicar más de ochenta. Dicha obra teatral tiene la particularidad de que lleva representándose ininterrumpidamente desde su estreno: en el New Ambassadors Theatre hasta 1974 y en el St. Martin’s, situado justo al lado, en pleno Covent Garden londinense, a partir de aquel momento. Cuando estuve en Londres hace unos años, tuve la humorada de asistir a una sesión y, aunque mi nivel de inglés a duras apenas me permitía seguir el desarrollo de la trama, he de confesar que me entusiasmó. No sólo por la obra en sí, uno de los enrevesados rompecabezas propios de su autora, sino sobre todo por el encanto irresistiblemente british que envolvía la función, empezando por el teatro –que parecía una enorme bombonera forrada de terciopelo carmesí- y terminando por el acento estudiadamente oxfordiano de los actores.
             En La ratonera, ocho personajes de diversa extracción social y que aparentemente no se conocen quedan atrapados en una casa de huéspedes durante una tormenta de nieve. Todos están relacionados, de una u otra manera, con la víctima de un crimen cometido recientemente en Londres, por lo que el asesino podría ser cualquiera de ellos. Para colmo, las líneas telefónicas están cortadas y no hay ninguna otra vivienda en varios kilómetros a la redonda. Un segundo crimen perpetrado in situ viene a confirmar nuestra sospecha de que uno de los presentes tiene sed de venganza. Y según la canción infantil “Tres ratones ciegos”, utilizada por Agatha Christie como hilo conductor de la trama, alguien más debería morir todavía…

            Así es como me siento yo cuando llega el otoño y los únicos lugares a los que podría desplazarme para “cambiar de aires” son Barcelona y Palma de Mallorca, ya que ni Madrid ni Valencia, con un único vuelo diario pagado a precio de oro aun con descuento residente, me parecen alternativas viables.
            Mientras no resolvamos este problema, ningún profesional de renombre –que no sea isleño- querrá establecerse aquí, ningún interino permanecerá entre nosotros más allá de los años preceptivos, nuestros hijos no querrán volver cuando terminen de estudiar fuera y, sobre todo, seguiremos pensando que viajar es un capricho de ricachones ociosos en lugar de una verdadera necesidad. Conocer otras realidades es la mejor escuela de tolerancia que se me ocurre. Y no es que en Menorca se esté mal, ¡todo lo contrario!, si fuera así no habría batallado tanto para vivir aquí, pero detesto el “efecto ratonera” que fatalmente conllevan los meses invernales.
            ¿Entendéis ahora por qué me gusta tanto leer? Pues porque es la única manera de evadirse cómodamente y gratis que nos queda. #todossomoselcondedemontecristo

P.S. Aquí hallaréis un interesante artículo, cuya lectura os recomiendo, sobre el mismo tema: http://menorca.info/opinion/cartas-del-lector/2015/489926/som-reserva-aquesta-biosfera.html

domingo, 28 de diciembre de 2014

Contra els excesos nadalencs

Prou de "fum fum fum", "pero mira cómo beben los peces en el río", "jingle bells" i horterades vàries en tots els idiomes! Desembafeu-vos una mica amb aquesta esplèndida -per més que una mica massa seriosa pel meu gust...- versió de King Arthur, del meu admiradíssim adorat idol·latrat Henry Purcell:

domingo, 14 de diciembre de 2014

El juego del teléfono

"La verdad saliendo del pozo", Gérôme
              Si tuviera que elegir cuál es, en mi opinión, el juego que mejor caracteriza nuestra época no sería un videojuego cruento ni cualquier absurda aplicación para móviles y tabletas, sino algo tan sencillo, pedestre y anticuado como el juego del teléfono en el que, según la definición de Wikipedia, “los participantes se divierten al escuchar cómo un mensaje se va distorsionando al ser transmitido a lo largo de una cadena de oyentes”.

            Cada uno oye lo que quiere y, si para ello tiene que transformar la realidad a su propio antojo y conveniencia, la transforma sin reparos. En el improbable caso de ser reprendidos por ello, siempre se puede aducir alguna excusa barata del tipo “Yo no lo había entendido así”, “Con las prisas, ya se sabe…” o incluso “La definición de pantalla de mi móvil es muy mala”. Por otro lado, la verdad es que los medios de comunicación actuales nos ponen en bandeja de plata seguir siendo tan dispersos, aproximativos y chapuceros. Pondré dos ejemplos de esta misma semana.
            Primero: el miércoles a primera hora de la mañana, nada más entrar en clase, mis alumnos de 3º de ESPA me saludaron con la noticia de que en Finlandia –cuyo sistema educativo idolatro y ellos lo saben- habían “prohibido la ortografía” y, por lo tanto, no veían razón para seguir estudiándola. “¿Qué? Pero, ¿se puede saber de dónde os habéis sacado eso?”, les pregunté. Pues de una aplicación informática, ¡cómo no!, que les manda un cóctel de noticias tan resumidas y descontextualizadas que apenas se entienden y que, en el mejor de los casos, parecen un “corta-pega” elaborado por algún analfabeto funcional. Una vez consultado un periódico serio, descubrí con gran alivio que no, que el Ministerio de Educación finlandés no ha prohibido el estudio de la ortografía; lo único que ha hecho es eliminar la caligrafía, es decir, los odiosos “palotes” de los cuadernillos Rubio y similares. Los escolares finlandeses ya no aprenderán a utilizar la letra redondilla (o “lletra lligada”), sino únicamente la de imprenta (o “lletra de pal”), lo cual -aunque tiene su lógica- me provoca algunas perplejidades de tipo didáctico y cierta envidia malsana. A cambio, se les enseñará mecanografía, es decir, a disponer adecuadamente los dedos sobre el teclado de un ordenador y a escribir sin necesidad de mirarlo, cosa que sería muy necesaria para todos en los tiempos que corren: estoy harta de ver licenciados universitarios que utilizan los índices hasta para espaciar y tardan una eternidad en “picar” un texto. ¿De dónde había surgido entonces la noticia de que en Finlandia han “prohibido la ortografía”? Pues del escaso interés que tienen mis alumnos en aprender a puntuar como es debido (¡ahí os pillé, queridos!). Os aseguro que a veces me siento como si fuera miembro de una secta…
            Segundo ejemplo. Otro cenutrio me aseguraba esta semana que “El País dice que el Quijote es un plagio”. ¿Qué? “Pero, ¿seguro que eso lo has leído en El País y no en menéalo.com?”, le contesté yo, presa del sobresalto. Por supuesto, en cuanto tuve un momento me lancé sobre el primer ejemplar que cayó en mis manos para comprobar la veracidad de semejante barrabasada. Al parecer, y según el artículo en cuestión, un investigador ha descubierto recientemente que un procurador de El Toboso solía vestirse “con armaduras, (…) para atacar y espantar a los lugareños”. El artículo en cuestión, firmado por Winston Manrique Sabogal, es francamente divertido, pero aun con todas sus chanzas a costa del pobre Cervantes dista mucho de acusarlo de plagiario (cosa que, por otra parte, resultaría ridícula y anacrónica, pues el concepto de autoría intelectual data del Romanticismo). Como veis, ¡no gano para sustos!

            Estamos en la era del “corta-pega”, en el reinado de la lectura entre líneas. Nadie tiene suficiente paciencia para sentarse a leer a fondo durante un buen rato. Los niños ya no aguantan un cuento entero y parecen incapaces de concentrarse en una única tarea, los adolescentes se pasan la vida pendientes de alguna pantallita y son incapaces de memorizar, los adultos… ¿Qué decir de los adultos? Las prisas, la falta de interés o la conveniencia los dominan hasta tal punto que no se enteran ni de lo leen. Una lástima, ¿no? ¡Menos palotes y más sosiego! 

sábado, 29 de noviembre de 2014

El rayo de luna


Para Xavi G., mi lector más entusiasta,
capaz de leerme hasta cuando no escribo.

            Sorprendentemente mi último artículo en esta misma sección, titulado “It’s English time!”, ha provocado una halagadora avalancha de comentarios en mi blog (que aprovecho, entre otras cosas, para “prolongar” la vida de los artículos que publico en el Menorca). La mayoría de estos comentarios hablan sobre la crisis, con la que mi artículo apenas tenía relación, pero que todo lo cubre con su opaco velo. El primero, sin embargo, que es de una antigua compañera del cole, otra profesora de lengua y literatura, no versa sobre la crisis, sino sobre algo mucho más divertido. Transcribo un significativo fragmento a continuación: “Definitivamente, tenemos gustos literarios diferentes. ¡Con lo que molan las hermanas Brontë! ¿No me negarás que esos páramos ingleses no son también una típica estampa otoñal? :D”. A lo cual respondí: “¡Lo cortés no quita lo valiente! Heathcliff es uno de los grandes tíos buenos de la Historia de la Literatura anglosajona y yo lo vi primero, aunque sólo sea porque tengo más años. ;-P”.
            Todo esto, que puede parecer un simple intercambio de chorradas entre dos profes locas, tiene un digno colofón en la contrarrespuesta de mi ex compañera: “Los personajes victorianos llaman la atención por ser oscuros, y precisamente en esa oscuridad radica su atractivo; ésta es la conclusión que saqué después de estudiar, leer y releer literatura anglosajona de los siglos XIX y XX durante todo un curso. ¡Vivan las optativas suicidas!”.

            Dejando aparte los gustos personales de cada uno, mi pregunta de hoy es: ¿es posible enamorarse de un personaje literario? Yo pienso que sí, por qué no. De la misma manera, y en el mismo grado, en que existe mucha gente prendada del protagonista de una película –aunque esto es mucho más fácil, ya que lo encarna un actor de carne y hueso, como Robert Pattinson- o incluso del mamarracho asesino de un videojuego. Por no hablar de todos los ilusos capaces de “colgarse” de un mentiroso perfil de Facebook…
            Por más que la vida se empeñe en malearnos, la candidez sigue siendo parte inherente del ser humano, no me cabe duda, especialmente durante la adolescencia y primera juventud. Sólo así se explican los madrugones que se pegan ciertas fans para conseguir una foto o una dedicatoria de su héroe, llámese Justin Bieber o Tom Cruise… Fotos cuya calidad nada tiene que ver con las tropecientas mil que podrá conseguir por cualquier otro medio a su alcance -empezando por algo tan pedestre como Google Imágenes-, pero que tienen la gracia de estar tomadas por ellas con su propia cámara. ¡Le vi, me miró, se acercó a mí para hacerse un autorretrato! Ay, cuánto le quiero, me tiene loca…

            Si yo tuviera que elegir a los personajes más atractivos de la Historia de la Literatura anglosajona, por ejemplo, siguiendo la deriva anglófila del artículo que citaba, destacaría al sensato Gabriel Oak de Lejos del mundanal ruido –que en mi imaginación siempre tendrá la melena oscura, las facciones rotundas y los ojos de color aguamarina de Alan Bates-, al nostálgico narrador de Retorno a Brideshead, al apasionado y apasionante Heathcliff de Cumbres borrascosas, al enigmático Mr Darcy de Orgullo y prejuicio o al guardabosques de El amante de lady Chatterley (por razones que no escaparán a nadie que haya leído el libro). ¿Qué es el tal Mr Grey, de Cincuenta sombras…, sino un descolorido alfeñique en comparación con todos los que acabo de citar? Según mi corresponsal, “A mí me parece mucho más erótico el Henry de Adiós a las armas, o el pobre desgraciadito de La sombra del ciprés es alargada, que muchos de los protagonistas a los que se muestra casi como semidioses, tal vez sea porque, una vez más, se trata de un personaje oscuro”.
            Querida Bel, seguramente lo nuestro tiene un nombre que empieza por las palabras “complejo de” y se estudia en las facultades de Psicología. Quizá algún día nos lleven al manicomio con las manos atadas a la espalda, pero entretanto… ¿quién nos impide ser felices cual adolescentes sonadas? ¿No es hermoso vivir de ilusión, enamorarse de un rayo de luna, como el pobre Bécquer?

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