“Quina
animalada!” fue lo primero que pensé el otro día, al volver a
Menorca después de pasar quince días en el extranjero, desconectada
de todo y de todos, y encontrarme con que los
tres
directores de IES de Mahón -que no de secundaria, como erróneamente
se ha dicho, pues hasta donde yo sé en el CEPA Joan Mir i Mir, o
Escola d'Adults de Maó, también impartimos dicho nivel educativo-
habían sido suspendidos y que el bueno de Julián Hernández,
delegado territorial de Educació, había dimitido un día antes de
su prevista jubilación por haberse visto obligado a defender lo
indefendible, cosa que al parecer hizo con gran honradez y dando una
lección de dignidad de la que otros podrían tomar ejemplo.
Todo
esto merece un análisis detenido y detallado, más allá de las
primeras impresiones que me causó recién llegada a la isla,
mientras devoraba los periódicos atónita, entre un mar de maletas
por deshacer y con remordimientos de conciencia por no haber hecho la
compra todavía.
En
primer lugar, y aun siendo poco amiga de manifestaciones -quien me
conoce sabe que las únicas aglomeraciones que me gustan son los
conciertos-, huelgas -yo sólo creo en las huelgas “a la japonesa”-
y demás tomas de posición públicas, quiero manifestar aquí mi
desconcierto. ¿Qué sentido tiene cesar a los directores
anteriormente mencionados cuando la última palabra sobre la
aplicación práctica del decreto TIL la tiene el Consell Escolar de
cada centro?
Por
otra parte, he tenido el placer de trabajar con Marga Seguí,
directora (cesada) del IES Joan Ramis i Ramis, y sé que es una
persona razonable, dialogante y moderada. A los señores Jaume Bonet,
director (cesado) del IES Cap de Llevant, y Rafel Andreu, director
(cesado) del IES Pasqual Calbó, sólo los conozco de vista y por
referencias, pero estoy segura de que han cumplido con su deber
respecto al decreto TIL. No creo que ninguno de ellos se merezca un
cese tan fulminante como inusitado. ¿Dónde está la presunción de
inocencia en este caso?
Como
ya dije en mi artículo “¡Ay, el inglés!” (publicado en esta
misma sección el martes 16 de julio de 2013 y todavía legible a
través de mi blog “Reflexions d'una secretària desesperada”):
“aunque entiendo que a nivel organizativo y en las precarias
condiciones actuales nos arriesgamos a que su aplicación inmediata
siembre el caos en las aulas, considerándolo
en abstracto,
el decreto TIL no me parece mal. (...) la idea de repartir
equitativamente y de forma alternada la mayor parte de las
asignaturas de que consta el currículo de Primaria y Secundaria -con
la sola excepción de las escuelas de adultos que, una vez más, se
han quedado fuera- entre el castellano, el catalán y el inglés me
parece no sólo buena, sino también justa y necesaria”.
En
mi opinión, el problema no radica en el decreto en sí, sino en su
aplicación inmediata, que es imposible por falta de profesores
especialistas en Naturales, Sociales o Matemáticas con un nivel de
inglés lo suficientemente bueno como para poder impartir sus clases
en dicha lengua. El decreto TIL tendrá sentido cuando al menos una
tercera parte del profesorado de cada centro sea capaz de hacerlo. No
se trata de dar plazos desmesurados que inviten a tumbarse a la
bartola. De hecho, la mayor parte de los profesores que conozco ya se
han puesto manos a la obra, aunque sea a regañadientes, y están
estudiando inglés por todos los medios a su alcance. Pero no es
cuestión de meses, sino de algunos (pocos) años.
Quizá
ayudaría que alguno de los políticos responsables del decreto TIL
diera ejemplo pronunciando un discurso en inglés. Hasta donde yo sé
-y que conste que me encantaría equivocarme, pido perdón a quien
corresponda desde ya mismo-, ninguno de ellos tiene el B2 ni está
haciendo los mismos esfuerzos que nosotros por obtenerlo. A la única
que he oído hablar en inglés hasta el momento es a Esperanza
Aguirre, ex presidenta de la Comunidad de Madrid.
Ya
para terminar, me gustaría decir que un poco más de paciencia y
sentido común no estarían de más en todo este espinoso asunto.
Como menorquina nacida en Valencia, criada a caballo entre Madrid y
Barcelona, casada con un italiano y capaz de expresarse
indistintamente en tres lenguas, aunque ninguna de ellas sea el
inglés, no puedo estar más en desacuerdo con los que piensan que el
conocimiento de una lengua excluye al de las otras. El cerebro humano
tiene una capacidad lingüística ilimitada, basta ejercitarla.
Por
otra parte, y como profesora de Castellano que soy, quiero hacer
notar que no sólo nuestro nivel general de inglés y de catalán
-todavía insuficiente- son deficitarios. El castellano que se habla
y se escribe en nuestras islas tampoco es como para tirar cohetes.
Menos ombliguismo y más viajes. Menos tontería -llámase Wii,
Facebook o WhatsApp- y más lectura. Lo ideal sería que imperaran la
cultura, la tolerancia y las ganas de aprender. (Fin
de la cita.)
Me encanta lo de (fin de la cita). :D
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