Él le lanzó una mirada indescifrable. Por un instante,
incluso pareció a punto de echarse a llorar tras el reflejo protector de las
gafas. Luego se sobrepuso: sus facciones se relajaron y una especie de mueca
que sin duda querría haber sido una sonrisa se extendió por su rostro.
-¿Tú no deberías dormir para estar en plena forma esta
noche, durante el concierto? –le preguntó retomando derroteros previsibles y
civilizados.
-Ya sabes que duermo poco.
-¿Sigues sufriendo de insomnio?
-Puede que acabe echando una cabezadita, pero no creo.
Tengo demasiadas cosas en que pensar…
-Así pues -titubeó ella, poco deseosa de proseguir dicha
conversación-, ¡buenas noches!
-Buenas noches –asintió él.
A la mañana siguiente, se encontró sola en el
compartimento. La familia marroquí había desaparecido junto a todos sus
bártulos y sobre la rejilla del maletero sólo quedaba un viejo petate militar
que tanto podría ser de él como llevar allí desde tiempos inmemoriales, ya que
parecía a punto de fundirse con el abigarrado diseño de las paredes del vagón.
El tibio sol de la mañana se colaba por la rendija inferior de la persiana, que
no recordaba que nadie hubiera bajado la noche anterior. A pesar de haber
dormido, todavía tenía muchísimo sueño y le dolía la espalda. En algún momento
de la noche anterior recordaba haber apoyado la cabeza sobre algo blando. Quizá
él había acabado sentándose a su lado, o fabricándole un almohadón con su sempiterna
cazadora de cuero. Por un momento, se dejó invadir por una vaga sensación de
vértigo. ¿Y si jamás volvían a encontrarse? Sólo sabía que seguía viviendo en
Vitoria, la ciudad natal de ambos, y que fabricaba lámparas art nouveau. Quizá fuera suficiente para retomar el contacto, en el
supuesto de que quisiera volver a hacerlo.
-Buenos días –oyó que decía él con su voz
inconfundiblemente ronca desde el pasillo.
-Buenos días –susurró ella.
-Me he tomado la libertad de ir a tomarme un café sin
contar contigo. Parecías dormir tan profundamente… ¿Te sientes descansada?
–preguntó atravesando la puerta cristalera que separaba el pasillo de su
compartimento.
-Me siento como si el tren me hubiera pasado por encima
en lugar de llevarme a M*** –respondió estirando los brazos por encima de su
cabeza.
De repente, el tren empezó a ralentizar. Ella levantó la
persiana y dejó que la cálida luz del Sur inundara el vagón. En lontananza,
tras una curva, se veía un modesto apeadero de color rojo desteñido, rodeado de
álamos.
-¿Dónde estamos? –preguntó.
-La tuya es la siguiente… Pero yo me
bajo aquí –manifestó él mientras echaba mano de su equipaje.
-¿Ya? –exclamó ella, con sobresalto.
-Sí, claro. Aquí es donde se celebra la feria de anticuariado.
-¿Volveremos a vernos? –quiso saber ella, poniéndose en
pie.
El tren detuvo su marcha con un inquietante chirrido.
-Eso depende de ti. Esta noche iré al teatro a
escucharte. Si quieres volver a
verme, yo lo sabré.
-¿Cómo lo sabrás?
-Te conozco.
-Pero, ¡han pasado más de veinte años desde entonces...!
-Te conozco.
-¿Y si…?
Ella entreabrió la boca para añadir algo.
-¡No! –la detuvo él, alzando una mano y adentrándose en
el pasillo- No digas nada ahora. Piénsalo bien y actúa en consecuencia. No
quiero que vuelvas a romperme el corazón.
-Pero, ¿cómo…?
-Lo sabré. En cualquier caso, y aunque suene como una
bobada de esas que se escriben en los periódicos, ha sido un verdadero placer
volver a charlar contigo –musitó tendiéndole una de sus manos encallecidas de
artesano como si se despidiera de un posible socio. Sólo un vago temblor
traicionaba sus sentimientos.
Ella tenía un nudo en la garganta y no pudo, o no supo,
contestar. Lo último que vio de él aquella mañana fue su viejo petate verde grisáceo
alejándose por el pasillo del vagón, frente a la ventana intensamente iluminada.
We the spirits of
the air
That of human
things take care.
Out of pity, now
descend
To forewarn what
woes attend.
FIN
Capítulos anteriores en: "Nosotros los fantasmas (I)", "Nosotros, los fantasmas (II)" y "Nosotros, los fantasmas (III)"
¡Ummm! ¿Lo has pensado bien? El cambio que has hecho tiene alguna importancia.
ResponderEliminar¿Ya se ha publicado en el diario?
¿Qué cambio?
Eliminarmiércoles, 3 de julio de 2013
ResponderEliminar-Eso depende de ti. Esta noche iré al teatro a escucharte. Según cantes, sabré si tengo que esperarte a la salida o es mejor que desaparezca.
viernes, 22 de agosto de 2014
-Eso depende de ti. Esta noche iré al teatro a escucharte. Si quieres volver a verme, yo lo sabré.
-¿Cómo lo sabrás?
Como dije, no se trata de un cambio menor.
En el fragor de la batalla, no creo que "Ella" advirtiera el matiz. En cualquier caso, las consecuencias son las mismas. Gracias por comentar.
EliminarBonito cuento, Javierm... ¡perdón!.. Ana Gomila.
ResponderEliminar;-)