¡Jaque a la estulticia! |
Pese a no ser más que una ajedrecista mediocre,
impaciente y poco asidua, veo con agrado el inusitado interés que la Comisión
de Educación del Congreso de los Diputados está demostrando recientemente por
el ajedrez, cuya incorporación al malhadado currículum de la LOMCE ha
recomendado al Gobierno. Por mi parte, todo lo que contribuya a incrementar la
escasa capacidad de concentración de nuestros estudiantes -no es cuestión de
edad: sus progenitores me parecen igual de irreflexivos- será bienvenido. Según
los expertos en el tema, que han brotado como setas tras una tormenta, el
ajedrez desarrolla las inteligencias matemática, lingüística y espacial; además
de favorecer la memoria, la empatía, el sentido de la estrategia y la
tolerancia a la frustración. Hasta aquí, nada en contra, sólo falta que
adelgace y alise el cutis para convertirse en la panacea universal contra todos
los males de nuestro tiempo.
Y yo me pregunto, ¿cuántos de esos nuevos adalides del
ajedrez que recomiendan su introducción en todas las etapas educativas predican
con el ejemplo (aunque sólo sea “en la intimidad”, como el catalán de Aznar)?
Llamadme malpensada, pero estoy segura de que más de la mitad de los
congresistas ni siquiera conoce las reglas más elementales del ajedrez y se
limita a defenderlo con la fe del carbonero. Una vez más, es aquello tan
socorrido del “¡Que inventen ellos!” –o que ellos aprendan inglés, que ellos
hagan deporte…-, como si los escolares hubieran de subsanar todos los errores y
carencias de sus ancestros.
Tanto interés por el ajedrez y tanta desidia hacia las Humanidades… A
excepción de las asignaturas lingüísticas, claro. No sé si están al tanto de que la Educación
Artística y la Música, en la LOMCE, han pasado a ser asignaturas optativas
perfectamente evitables a lo largo de toda la vida académica de un determinado alumno
y, para colmo, están colocadas en alternativa al estudio de una segunda lengua
extranjera, con lo cual es de suponer que, dado el papanatismo cultural dominante,
en pocos años quedarán reducidas a gueto de los malos estudiantes. Es decir que
las nuevas generaciones podrán llegar a graduarse sin tener unas mínimas
nociones de lo que son la luz, el color, la forma, el volumen; sin saber
distinguir un óleo de una acuarela, un movimiento artístico de otro, sin haber visitado
un monumento ni puesto los pies en un museo con conocimiento de causa, sin saber
interpretar la estructura de una iglesia, un castillo o un palacio, sin poseer
un mínimo de vocabulario que les permita mantener una conversación elevada, sin
conocer las mil y una anécdotas curiosas de la Historia del Arte, el nombre de
sus principales autores ni de las obras más relevantes… ¿Qué sería de mí
sin “La virgen de las rocas”, Joaquim Mir o la “Ofelia” de Millais? Los jóvenes
españoles podrán graduarse, en definitiva, sin que el arte, la civilización y
la cultura alcancen a salpicarlos jamás. Y luego nos extrañamos de ser los últimos
en el tan cacareado Informe PISA…
Otro día me extenderé sobre las bondades del estudio de
la Música, que me es tan querida, pero hoy quiero terminar con un par de
consideraciones generales. La primera, que para ser educador en Finlandia (como
ya expliqué en mis artículos “Algo huele a podrido en Finlandia I y II”, todavía
legibles a través de mi blog) no sólo se requiere un expediente académico
privilegiado, con una media de calificaciones por encima del 9´5 sobre 10, sino
también saber tocar un instrumento musical, cantar, bailar, actuar
o practicar cualquier otra disciplina artística. Sin más comentarios, ahí lo
dejo, y que cada cual extraiga sus propias conclusiones.
La segunda consideración es que en un mundo en continua
reconversión, donde nada es seguro, encontrar trabajo es ya de por sí una utopía, los contratos indefinidos escasean,
la flexibilidad domina los mercados, los sueldos no están proporcionados al precio
de las hipotecas ni bastan para mantener a la familia y hay que
reinventarse continuamente… la creatividad me parece más necesaria que nunca.
¡Que viva el ajedrez, pues, y aúpa la reina manque pierda!