Tumba de Antonio Machado y su madre, en Collioure (Francia) |
No contenta con haberse puesto en
ridículo a nivel mundial en su presentación de la candidatura de Madrid a las
Olimpíadas de 2020 con su ya mítica “relaxing
cup of café con leche”, Ana Botella ha tenido la ocurrencia de despedir su
mandato con una conferencia de prensa -digna de una película de Berlanga- en la
que proclamó a bombo y platillo el hallazgo de los restos óseos de Cervantes
(de cuya desgraciada vida ya hablé en uno de mis últimos artículos aquí, http://anagomila.blogspot.com.es/2015/02/la-cancion-de-clavileno.html).
Pero lo más chocante de dicha
conferencia de prensa no era la noticia en sí misma, que a más de uno puede
dejar indiferente, sino el modo en que el alocado entusiasmo de la alcaldesa
contrastaba con las tibias declaraciones de Francisco Etxeberria, médico
forense y director del equipo multidisciplinar que ha llevado a cabo las
excavaciones en la cripta del convento de las Trinitarias de Madrid, que se
limitó a decir: “No lo hemos podido resolver con certeza absoluta y por eso
somos prudentes”. Parece ser que los huesecillos en cuestión no se encuentran
en un estado de conservación lo suficientemente bueno como para poder
practicarles la prueba del ADN –cosa del todo lógica, teniendo en cuenta los
cuatrocientos años y un traslado que se han sucedido desde
entonces- y, además, no hay descendientes directos de Cervantes con que
cotejarlos. Por ello, los científicos sólo se han atrevido a asegurar que “algo
hay, a la vista de toda la información generada en el caso de carácter histórico,
arqueológico y antropológico”.
Que Cervantes quería ser sepultado
en las Trinitarias no es ninguna novedad, sino cosa sabida de antemano. De hecho,
su partida de defunción aclara que “Mandóse enterrar en las monjas
Trinitarias”, ya que era vecino del barrio, dichas monjas eran las protegidas
del conde de Lemos, benefactor asimismo de Cervantes, y en dicho convento
residía su hija natural, Isabel de Saavedra, una de las mujeres que más influyó
sobre él, bajo el nombre de sor Antonia de San José. Que fuera inhumado allí era
del todo lógico, en definitiva; por lo que el torticero anuncio de Ana Botella
no pasa de ser una mera perogrullada electoralista.
Y en cualquier caso, ¿qué más da
dónde esté enterrado? Al igual que Francisco Rico, experto en la obra
cervantina y autor de una de las últimas ediciones canónicas del Quijote, soy de la opinión de que no hay
que turbar el sueño de los muertos con las baladronadas de los políticos. “Como
filólogo, me importa recuperar el texto del Quijote
de acuerdo con la última voluntad del autor”, afirmaba Rico en un reciente artículo
publicado en El País, “Como prójimo,
opino que lo más justo es respetar en otros aspectos la que fue también su
última voluntad”, así que “ni urna ni leches”. Es decir, dejadle reposar donde
y en las condiciones en que él mismo decidió hacerlo. Resquiescat in pace, en definitiva.
Pero el de Cervantes no es el único
cadáver exquisito que las autoridades tratan de exhumar sí o sí para atizarles
un entierro a la altura de las circunstancias o, lo que viene a ser lo mismo, para
salir en la foto. La Junta de Andalucía lleva años perforando el barranco de
Víznar y aledaños en busca de los restos del poeta y dramaturgo Federico García
Lorca en contra de la voluntad de su propia sobrina. En palabras del arqueólogo
que dirige los trabajos: “Yo a mis muertos quiero tenerlos en lugares dignos, y
no entiendo que haya gente que no lo vea así. En cualquier caso, me parece que
esto sobrepasa lo familiar. (…) Lorca es de todos y es impresentable que España
tenga a su poeta más universal tirado en un sitio como éste”. Para colmo, el
día en que lo encuentren se marcarán un tanto seguro, pues su cadáver es
inequívocamente reconocible gracias a su cráneo, muy globuloso, un defecto que
tenía en los pies y, sobre todo, a que sabemos a ciencia cierta que fue
arrojado a la misma fosa que un maestro de escuela que tenía una pierna
amputada, Dióscoro Galindo.
En mi opinión, semejante obsesión
raya con la necrofilia, que al parecer está casi tan extendida entre nuestras
autoridades como el sadomasoquismo a lo Grey. ¿Cervantes es de todos...? ¿O tan sólo
su obra? Más leer y menos revolver tabas, digo yo.