No puedo evitarlo, ¿es mi naturaleza? |
Que era aficionado al mundo del
teatro no hizo falta que se lo dijera nadie; pudo experimentarlo por sí misma,
ya que la primera vez que lo vio después de su separación fue durante la puesta
en escena de una obrilla alternativa en la que él actuaba, en el patio de una
antigua discoteca reconvertida en bar de copas. Más que gustarle, le llamó la
atención su aspecto físico, en el que poco se había fijado hasta entonces:
alto, fuerte, de miembros algo desproporcionados y con una barba tan espesa que
apenas dejaba entrever sus toscas facciones. Al sonreír mostraba unos dientes de
cocodrilo, separados y puntiagudos, pero a pesar de esto le pareció que le iba
muy bien el papel de terrateniente mundano y arrogante que hacía en la obra.
Sus expresivos ojos verdosos estaban tan circundados de cejas y pestañas que a
la fuerza habían de resaltar y trasmitir las sofisticadas emociones de su personaje,
y su voz era cavernosa, atronadora, capaz de sobreponerse al parloteo de los que
estaban más pendientes de su móvil que de la representación en sí.
Al terminar la obra, ya era noche
cerrada y un buen puñado de estrellas brillaban diseminadas por el cielo, señal
de que al día siguiente haría un tiempo espléndido. Todavía se estaba regodeando
mentalmente ante la perspectiva de llevar a su hijo a Biniancolla y tumbarse a
leer bajo un sol de justicia, cuando sus amigos se acercaron a saludar al actor
y se empeñaron en presentárselo, aunque ya había dejado claro desde el
principio que habían coincidido en alguna ocasión. Lo primero que la sorprendió
de él fue que no se apresurara a besuquearla como el resto de cuarentones divorciados
con los que había topado hasta entonces. Tan sólo le dirigió una educada inclinación
de cabeza y siguió hablando sobre la obra con las personas que tenía más cerca.
No fue hasta un par de horas después, cuando ella anunció que volvía a Maó
cuando, inesperadamente, él declaró que la acompañaba hasta el coche… No
llegaron al aparcamiento hasta la mañana siguiente. Sin ser mojigata, jamás se
había acostado con nadie con tanta celeridad ni sin mediar apenas conversación.
A pesar de ello, no hubo de arrepentirse. Aquella noche fue la primera de una
despreocupada serie de fines de semana alternos en Ciutadella.
No fue hasta su escapada a Londres
cuando sintió que realmente lo conocía, aunque siempre había estado muy a gusto
con él. Sin necesidad de relatarse los pormenores de sus respectivas historias
sentimentales, se encontraron con que tenían una trayectoria más o menos común.
Sus gustos en materia cultural también eran similares: ambos preferían la Tate
Britain a la Tate Modern, asistir a una pacata representación de La ratonera en el desvencijado St
Martins Theatre antes que dejarse arrastrar por la marea de turistas que
inundaban los brillantes musicales del Soho y, sobre todo, ambos disfrutaron lo
indecible deambulando por las callejuelas más angostas de Whitechapel, que la
casualidad quiso que hallaran envueltas en niebla, fantaseando con Jack el
Destripador, cuya voz ella imaginaba tan truculenta como la de su propio acompañante.
Pero no fue hasta aquella tarde, la
última, mientras la lluvia arreciaba al otro lado de los ventanales del café y
los londinenses se afanaban de un lado para otro entorpecidos por sus paraguas,
sus gabardinas beige y sus
inevitables botas Hunter cuando sintió que, a pesar de su sonrisa de cocodrilo,
estaba a salvo con él.
Yo creo que sí, que va a continuar.
ResponderEliminar¿Por qué? Pura curiosidad...
EliminarPues no sé. Llámalo intuición masculina (que, por cierto, es algo de lo que mal puedo presumir). Porque quiero saber más de estos dos personajes. Porque confundo mis creencias con mis deseos.
EliminarLo cierto es que el relato podría perfectamente terminar ahí, pero creo saber que te gustan los folletines y los relatos seriados.
Por una vez en la vida, pensaba dejarlo ahí. Al fin y al cabo, es mi primer relato de amor adulto... ¡que se las compongan ellos con su historia! Pero, si por aclamación popular -en el "Menorca" no sale hasta este jueves- me veo gustosamente "obligada" a prolongarlo, serás el primero en saberlo.
EliminarEn cualquier caso, se llevan demasiado bien y hacen demasiada buena pareja como para dejarlo en Londres, ¿no crees?, con o sin intervención mía.