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Erik Johansson? |
"El único hombre que jamás se equivoca es el que nunca hace nada." (J.W. Goethe)
Traducción
viernes, 31 de enero de 2014
Un pizzico di follia
Si te apetece escuchar una magnífica interpretación -percusiones sobre caja incluidas- de "La follia" de Vivaldi, un renacentista que ya apuntaba maneras románticas, clica sobre este enlace: The English Concert
sábado, 25 de enero de 2014
Purcell F.C.

Hoy
no pienso andarme con tonterías ni disimulos. No sólo me encanta leer –sí, ¿qué
pasa?-, sino que además me chifla la música clásica, tururú. ¡Ojalá se pudiera
hablar de ello con la misma despreocupada naturalidad con la que se comenta un
partido del Barça o del Real Madrid…! Pero, en nuestro país, haciendo
confesiones de este tipo te expones, como mínimo, a la conmiseración ajena.
Si todos los músicos de todos los tiempos formaran una liga yo sería, sin
duda alguna, del Purcell Fútbol Club. Como algunos
ya sabéis, Purcell –pronúnciese “pársel”, no como “porcell”- no sólo fue un
músico genial, sino que tiene un repertorio tan variado como apasionante.
Hace unos años
pasamos quince días en el suroeste de Inglaterra, concretamente en Cornualles y
Gales, siguiendo las supuestas huellas del rey Arturo. Tanto a mi marido como a
mí nos sorprendió la simpatía y la calidez con que nos acogieron los británicos
a pesar de que nuestro rudimentario inglés apenas nos permitía comunicarnos con
ellos. Los amables dueños del pub a
las afueras de Exeter donde estuvimos alojados unos días, por ejemplo, siempre
tenían un rato para piropear a nuestra hija, enseñarle un cachorrillo,
interesarse por nuestra procedencia o sugerirnos alguna visita. Pero lo que más
nos impresionó fue que no se dejaran abatir por la continua llovizna que bañaba
las ferias costeras ni por el viento que azotaba inmisericordemente las playas,
en las que eran capaces de permanecer horas y horas cazando cangrejos con una
facilidad pasmosa. De hecho, demostraban estar siempre de un humor excelente
aun en mitad del temporal.
Purcell no era
galés ni de Cornwall, sino londinense. Pero, a juzgar por su música, debía de
ser tan vitalista, excéntrico y charlatán como sus actuales compatriotas, ya
que resulta alegre hasta cuando escribe música para funerales (véase la marcha
que escribió para las exequias de María I de Inglaterra, apodada “Bloody Mary”
por su afición a mandar quemar en la hoguera a sus acérrimos enemigos, los anglicanos).
A continuación,
trazaré un breve, desordenado e incompleto itinerario por su obra, que aún no
conozco lo suficiente para ser rigurosa ni exhaustiva, y que tengo la impresión
de que es un pozo sin fondo de diversión y enriquecimiento intelectual. Si
queréis seguirme, deberíais armaros de un ordenador con una buena conexión a
Internet y, sobre todo, que tenga o se le puedan acoplar unos altavoces de
calidad. Una columna musical necesita banda sonora. ¡Poned YouTube a trabajar,
vamos!
La
primera vez que me hablaron de Purcell fue en un cursillo de iniciación a la
ópera que impartía Juan Mercadal, más conocido como “Nito Xuquí”. Fue él quien
me descubrió el final de Dido y Eneas,
una ópera de la que había oído hablar, pero que no había escuchado jamás. Hay
que tener el corazón de piedra para no conmoverse hasta las lágrimas con la sentida
interpretación que Maria Ewing hace de la muerte de Dido en su “When I am laid
in earth”…
Pocos años
después llegó “We the spirits of the air”, un precioso duetto para dos sopranos que descubrí gracias a un concierto
participativo y que posteriormente he tenido el placer de cantar junto a mi
profesora de la Escuela Municipal de Música de Maó, Montse Mercadal. Mascullada
en una iglesia románica, a la luz de las velas, como la encontraréis en
YouTube (http://www.youtube.com/watch?v=qqZviYJ94Q8), resulta sin duda impresionante.
A continuación
vino “Cold song”, primero en la interpretación del contratenor alemán Andreas
Scholl, insuperable desde el punto de vista técnico, y luego en la del cantante
punk ya fallecido Klaus Nomi -con la
que suelo ilustrar el Barroco ante mis queridos alumnos-, tan desconcertante
como su propio atuendo: mocasines de hebilla y tacón, medias tupidas, capa
oscura, jubón acuchillado de color rojo sangre, una gorguera digna de Felipe II
y maquillado como un payaso triste, pero cantada con toda la contenida emoción
de un hombre que se sabía tan moribundo como el genio del frío que protagoniza
dicha aria. “Cold song”, de todas maneras, no es más que una de las numerosas perlas
de la semiópera King Arthur, entre
las que aconsejo el dueto patriótico “Round thy coasts”, seguido de las
fanfarronadas del bajo y de la delicada balada “Venus song”, que también he
perpetrado en algún concierto.
Últimamente
escucho a menudo las Canciones de taberna
y capilla, una divertidísima
colección de cánones, fugas y rondós de aire goliárdico.
¡Alé, alé, alé Purcell
F.C.!
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sábado, 18 de enero de 2014
Goliárdico Purcell

¡Atención a esta nueva maravilla purcelliana que he descubierto gracias al blog de Pablo Rodríguez Canfranc soledadtengodeti.blogspot.com.es (muy recomendable, por otra parte)! Se llama Canciones de taberna y de capilla, y es una auténtica gozada.
Ahí van las dos que más me han gustado. Abrid bien las orejitas... y espero que disfrutéis tanto como yo.
martes, 14 de enero de 2014
Cara sposa
¿Qué versión os gusta más? ¿Andreas Scholl con su voz aterciopelada, aunque algo sorda, y su técnica absolutamente impecable? ¿Philippe Jaroussky con el hilito de voz mejor administrado del mundo? ¿O el más "machote" de los contratenores actuales, David Daniels? Se admiten todo tipo de comentarios y contrarréplicas. Especialmente por parte de Haendel, claro...
jueves, 9 de enero de 2014
Un mal necesario
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Qué solas, algunas... |
No sé si recordaréis
que, cuando Carme Chacón y Soraya Sáenz de Santamaría –que en materia de aborto
guarda un inexplicable silencio- renunciaron a parte de su permiso por
maternidad para volcarse en sus rampantes carreras políticas fueron muy
criticadas; sobre todo por parte de las mujeres que, en mi opinión, son las que
más tendrían que haberlas apoyado. Al igual que a nadie se le ocurre criticar a
un recién estrenado padre por pasarse ocho horas al día en su puesto de
trabajo, ajeno al terrible trajín que conlleva un bebé de pocos meses, tampoco
deberíamos ensañarnos con las mujeres que se resisten a ser únicamente gallinas
cluecas. Como bien puntualizó por aquel entonces la actual vicepresidenta del
Gobierno, disfrutar de un permiso por maternidad es un derecho, no una
obligación.
No hace falta
ser gay para estar a favor del
matrimonio homosexual ni de que las parejas del mismo sexo puedan adoptar un
niño. Pues igual sucede con el aborto, que no es ninguna obligación para el que
no “comulgue” –nunca mejor dicho- con ello, sino un derecho para quien no encuentre
otra solución y tenga redaños para hacerlo. Dudo mucho que yo personalmente fuera
capaz: tendría demasiado miedo de arrepentirme a posteriori. Creo que sólo sería capaz de hacerlo en caso de
violación o de grave malformación fetal o de que mi primer embarazo me hubiera sorprendido
siendo demasiado joven… ¡y ni siquiera estoy segura de ello! Pero ése es mi
credo personal, que no tiene por qué ser universal ni obligatoriamente compartido.
Sin embargo, estoy a favor de que cada una pueda abortar libremente y siguiendo
la voz de su propia conciencia, sin mayor intervención por parte del Estado que
la de garantizarle los cuidados necesarios antes, durante y después del aborto
en sí.
Abortar no es
plato de buen gusto para nadie. Como bien decía Elvira Lindo en una columna
reciente, nadie alardea de haberlo hecho. Y, sin embargo, el aborto voluntario
–por no hablar del indeseado- es mucho más frecuente de lo que pensamos. Yo
misma sería capaz de citar cuatro casos que la discreción me impide nombrar con
mayor detalle. Conozco y respeto a las cuatro implicadas; ninguna de ellas me
parece especialmente egoísta, y todas han sido madres amorosas y responsables
con anterioridad o bien posteriormente. Y para ninguna de las ellas fue una
decisión tomada a la ligera.
Por otra parte,
ninguna ley sobre el aborto será del todo justa ni estará completa hasta que
incluya un paquete de medidas para obligar al padre a ejercer de tal. Obligar a
un hombre a reconocer y responsabilizarse de su propio hijo cuesta tiempo,
dinero y fortaleza de ánimo, cosa que no está al alcance de cualquiera. Obligar
a una mujer a ser madre, no cuesta nada: basta con forzarla a seguir adelante
con un embarazo que no ha buscado ni desea. Se nota que la nueva/vieja ley del aborto es una ley pensada y aplicada
por hombres, desde el ministro de Justicia español hasta los médicos –y no
médicas, que todavía son un bien escaso- que tendrán que dar su beneplácito
para que una mujer pueda abortar, aun en unos supuestos que no pueden ser más
restrictivos.
José Luis
Gallardón ha dicho en conferencia de prensa que él no permitiría que su mujer
abortase si estuviera embarazada de un bebé con graves malformaciones. En su
caso, no me extraña. Pero, como no es difícil imaginar, muy pocas de las
mujeres que abortan tienen detrás a una tan familia rica y poderosa como la de
Gallardón. Es más, la mayoría no tienen a nadie que pueda ayudarlas a cuidar de
un hipotético niño con malformaciones: ni una santa esposa que haya antepuesto
la maternidad a su propia carrera, ni suficiente dinero para contratar los
servicios de una interna, ni tan siquiera unos abuelos jóvenes, complacientes y
cercanos. Me temo que eso no está en su perfil. Como no está en el perfil de la
mayoría de las madres de este país. Con la nueva ley, abortar -como estudiar un
grado universitario-, se ha convertido en algo que sólo está al alcance de unos
pocos, de los que tengan suficiente dinero para pagarse un billete al
extranjero y la estancia en una clínica privada.
Cuando se aprobó
la ley sobre el matrimonio homosexual, yo todavía vivía en Italia. Para
escándalo de algunos de mis alumnos de entonces, manifesté sentirme muy
orgullosa de mi país por haber aprobado dicha ley, así como de la de reproducción
asistida, que tanto nos envidian (no en vano los vuelos Roma-Barcelona de la
Ryanair estén llenos de parejas italianas en edad fértil). Últimamente, sin
embargo, sólo siento vergüenza.
(Si te ha gustado este artículo -recientemente publicado en el periódico MENORCA en mi sección quincenal "El jardín de las delicias"- y estás de acuerdo con él, difúndelo como puedas, por favor: cuantos más seamos, más posibilidades tendremos de cambiar el mundo.)
(Si te ha gustado este artículo -recientemente publicado en el periódico MENORCA en mi sección quincenal "El jardín de las delicias"- y estás de acuerdo con él, difúndelo como puedas, por favor: cuantos más seamos, más posibilidades tendremos de cambiar el mundo.)
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sábado, 28 de diciembre de 2013
New Year's Resolutions
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Charles and Sebastian |
Propósitos
de Año Nuevo, ¡ja!, seguro que tú también te has hecho alguno. Si nos fijáramos
objetivos realistas y concretos en lugar de las típicas bobadas, como dejar de
fumar -¿y para eso necesitas cambiar de año?, ¿a qué esperas?- o salir a correr
todos los días, no los traicionaríamos tan a menudo.
Yo
soy consciente de que jamás inventaré ni descubriré nada que suponga un avance
para la Humanidad, pues soy tan torpe que hasta me cuesta descorchar una botella
sin ayuda. Pero, sin embargo, se me da bien lo artístico y, especialmente, lo
literario. Para el 2014 me he propuesto culturizar a todo el que se me ponga a
tiro, como los sufridos lectores de esta sección, o no le quede otro remedio,
como a mis pobres alumnos.
Cuantos
más años tienes, menos te andas con disimulos. Lejos quedaron ya los “tiempos
del borreguito”, también llamados “adolescencia”; los tiempos en que deseabas
ardientemente fundirte con la masa, camuflarte entre tus amigos, anular
cualquier diferencia -por positiva que fuera- que pudiese hacerte destacar.
Leer
no estaba ni está socialmente bien visto en nuestro país. No pasa nada por
pasarte el día colgado de las redes sociales o aporreando una consola, pero leer es
de friquis canijos y granujientos con gafas de culo de vaso. La gente que mola
no tiene tiempo para leer –aunque sí de ver la tele, actualizar su perfil de
Facebook o bajarse pelis pirata-. Leer es de gente pedante y asocial. Pensadlo
por un momento: no es lo mismo ir diciendo por ahí “Ayer me quedé despierto
hasta las dos de la madrugada, pero valió la pena porque por fin llegué a la
pantalla final de Assassin’s Creed”
que “Ayer me quedé despierto hasta las dos de la madrugada, pero valió la pena
porque por fin conseguí terminarme Guerra
y paz”. ¿A que no es lo mismo? Lo primero queda bien, para según quién es
incluso loable y digno de admiración. Lo segundo descoloca al oyente, que no
sabe si hacer oídos sordos o llamarte pedorro a la cara.
Que
te guste leer es incompatible con el WhatsApp y artefactos similares. Ningún
ratón de biblioteca que se precie puede quedar indiferente ante semejante sarta
de banalidades y cotilleos mal redactados, pésimamente puntuados y con la
ortografía bajo mínimos. ¿Alguien puede explicarme por qué a la hora de
escribir un “guasap” hay que fingir no haber pisado nunca un colegio? Yo os lo
diré: porque escribir bien no mola nada. Sólo hay que echar un vistazo a los tweets de nuestros famosos para
comprobarlo. Pero, ¿es que no les da vergüenza ser tan cafres? Los tweets de Obama o de lady Gaga, sin embargo,
por citar dos ejemplos extremos, son un dechado de perfección formal a pesar de
que la ortografía anglosajona es infinitamente más enrevesada que la nuestra.
Para
el 2014 me he propuesto seguir culturizándome y culturizar a todo el que se
deje en la medida de mis posibilidades. Así que el que no quiera hacerlo… ¡que
pase a Deportes! (Es una broma, compañeros de la sección deportiva, no os lo
toméis a mal.)
Ya
para terminar, me gustaría recomendaros un par de libros y una serie televisiva
que he descubierto siguiendo la deriva anglófila impuesta por el TIL. Se trata
de Las ovejas de Glennkill, de Leonie
Swann, una divertidísima novela en la que un rebaño de ovejas irlandesas investiga
el asesinato de su pastor capitaneadas por una tal Miss Maple (sic); Un paraíso inalcanzable, de John
Mortimer, el mordaz retrato de una familia británica a lo largo de varias
décadas, y El amante de lady Chatterley,
disponible en versión original a través de YouTube.
Esta
última es la adaptación televisiva que el escandaloso Ken Russell hizo de la no
menos escandalosa novela del mismo nombre en 1993. La novela de D.H. Lawrence
fue publicada en 1928 e inmediatamente censurada en numerosos países por culpa
de su argumento lujurioso. La serie no es del todo fiel al original literario,
pero me atrevería a decir que incluso lo mejora, dado que elimina un montón de
disquisiciones pseudofilosóficas contenidas en la novela que, en mi opinión, han
envejecido fatal. Estéticamente está muy cuidada y su banda sonora es excelente,
quizá un poco repetitiva. Además, te obliga a practicar inglés –aunque
reconozco que el guardabosques libidinoso es difícil de entender, ya que habla
en el dialecto de las Midlands-, y está muy bien interpretada por una atractiva
Joely Richardson y un pletórico Sean Bean.
“Soy
consciente de que jamás inventaré nada que suponga un serio avance para la
Humanidad”, dijo Sebastian en Retorno a
Brideshead, “pero puedo tratar de hacerla más hermosa, ¿no crees?”.
Para ver El amante de lady Chatterley (serie televisiva de 1993) en versión original:
Capítulos 1 y 2
Capítulos 3 y 4
Para ver El amante de lady Chatterley (serie televisiva de 1993) en versión original:
Capítulos 1 y 2
Capítulos 3 y 4
viernes, 27 de diciembre de 2013
La versió "new age" del millor regal de Nadal
No sé si m'acaba d'agradar, però quina veuassa -i quina presència escènica tan estranya!- té Lisa Gerrard... Em recorda a Antonella Ruggiero en els seus millors temps.
miércoles, 25 de diciembre de 2013
martes, 24 de diciembre de 2013
viernes, 20 de diciembre de 2013
¡Somos lo que comemos!
He aquí un vídeo graciosísimo que descubrí ayer gracias a una actividad -molt bé, Biel!- que realizamos en el cole. No sólo es divertido, sino que además da que pensar:
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