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Al pan, pan y al vino... ¿vino? |
Reflexión escrita para ser publicada en la nueva sección "¿Y tú qué piensas?" de EL PAÍS:
Paradojas
de la enseñanza actual
Últimamente tengo la impresión de
que los docentes no hacemos más que dar palos de ciego como el primer amo de
Lazarillo… En lugar de dedicar nuestro tiempo y esfuerzo a planificar mejor
nuestras clases, crear material motivador y seguir formándonos, a menudo nos
perdemos en debates estériles y, sobre todo, basados sobre una falsa dicotomía
entre el bien y el mal, lo antiguo y lo que según el gurú de turno habría que
desterrar.
Por una parte, se nos anima a que
seamos originales, creativos y emprendedores; pero, por otra, se nos obliga a
programar al dedillo todas nuestras clases a principios de curso. ¿Y qué pasa
si las Coplas a la muerte de su padre
de Manrique suscitan un apasionado debate sobre “cómo se pasa la vida, cómo se
viene la muerte, tan callando”? ¿Y si logro interesar a mis alumnos por las
danzas de la muerte e incluso les apetece escenificar alguna al son del Dies Irae? ¿Y si ante la visión de
determinadas imágenes icónicas de El
séptimo sello me piden ponerla entera? ¿Qué habría de hacer entonces, acallar
su curiosidad porque abarca más de las dos miserables sesiones que había
calculado dedicar a las Coplas?
¡Todo son contradicciones! Nos
encabezonamos en evaluar por competencias mientras seguimos dividiendo el
currículo en asignaturas estancas y cronológicamente descabaladas, en embarcarnos
en ambiciosísimos proyectos en los que no todo tiene cabida ni utilidad, en
llenarnos la boca de “atención a la diversidad” cuando la cruda realidad es que
un único docente ha de atender contemporáneamente a treinta alumnos por aula...
¿Abolir del todo las clases magistrales? Si alguien sabe más que yo sobre un
tema, lo tengo enfrente y le pagan por enseñarme, ¿por qué habría de prescindir
de sus explicaciones? Parece como si por haber inventado el tenedor hubiéramos
de olvidarnos de la cuchara… y para la sopa sigue siendo necesaria.
No todo es blanco ni negro ni hay
por qué fundar una civilización nueva a cada paso; aprovechemos lo bueno del
sistema antiguo sin dejar de incorporar las innovaciones que nos ayuden a
alcanzar nuestro verdadero objetivo: crear mentes pensantes, cultas, con
criterio y que avancen hacia el progreso desde el lugar al que nosotros, docentes,
tan amorosamente los habremos conducido.
ANA GOMILA DOMÈNECH
(Si les ha gustado y/o parecido interesante este artículo,
se ruega DIFUSIÓN, por favor.)