Enguany celebram el Dia de la Biblioteca engegant una sèrie de nou històries personals viscudes a la biblioteca. Cada episodi està protagonitzat per una persona que ha tingut una vivència especial en una biblioteca. Cadascuna de les persones ens deixa palès que les biblioteques no només són llocs per anar a llegir, sinó també centres de referència de la comunitat on donen servei, espais on relacionar-se amb altres persones, on integrar-se, i on poder trobar noves oportunitats, a més brindar recursos per a l’aprenentatge, el creixement personal i l’oci. Començam amb un tràiler per anar fent boca. A partir del divendres 25 d'octubre anirem descobrint noves històries al nostre web, Facebook, Twitter i Youtube.
"El único hombre que jamás se equivoca es el que nunca hace nada." (J.W. Goethe)
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viernes, 25 de octubre de 2019
Viu la teva biblioteca (tràiler)
Enguany celebram el Dia de la Biblioteca engegant una sèrie de nou històries personals viscudes a la biblioteca. Cada episodi està protagonitzat per una persona que ha tingut una vivència especial en una biblioteca. Cadascuna de les persones ens deixa palès que les biblioteques no només són llocs per anar a llegir, sinó també centres de referència de la comunitat on donen servei, espais on relacionar-se amb altres persones, on integrar-se, i on poder trobar noves oportunitats, a més brindar recursos per a l’aprenentatge, el creixement personal i l’oci. Començam amb un tràiler per anar fent boca. A partir del divendres 25 d'octubre anirem descobrint noves històries al nostre web, Facebook, Twitter i Youtube.
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lunes, 13 de julio de 2015
La rebelión de los raros
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Mejor ser una sandía que un melón, o que llevarse calabazas, ¿no? ;-D |
Hace unos años, algún organismo institucional que puede
que fuera el Consell Insular –no puedo asegurarlo- puso en marcha una campaña
de fomento de la lectura durante la que repartieron cientos de pegatinas,
pósters y camisetas decoradas con lemas tan divertidos y originales como “Sóc
friqui, m’agrada llegir!”. Como al CEPA Joan Mir i Mir no llegó ni uno, a pesar
de que se suponía que iban a distribuirse en los centros educativos –todavía me
estoy preguntando qué se supone que somos nosotros entonces-, tuve que
abastecerme a través de mi adorada Biblioteca Pública de Maó. Todavía queda algún
que otro póster descolorido colgado por los pasillos, alguna pegatina adherida a
los cristales, pero hace años que no veo a nadie con las camisetas. Y no es de
extrañar, pues eran de algodón grueso, basto y rígido, además de tener el
cuello tan estrecho como una gorguera. ¡Ni con todo mi entusiasmo por el
mensaje que transmitía fui capaz de salir a la calle con semejante sayón!
Espero que la elección de la tela no fuera una especie de lapsus linguae de quien las diseñó…
Y es que en este país realmente hay que ser muy friqui
para que te guste leer y encima alardear de ello, sobre todo entre los
adolescentes. Ya cuando yo iba al instituto –el IB Montserrat de Barcelona-
había que disimular que te gustara cualquier otra cosa que no fuera ligotear y
hacer botellón los viernes por la noche tirado en las sucias escalinatas que
rodean la Plaça del Sol (aunque mis preferidas siempre fueron la de la Virreina
y la de Rius i Taulet). Los pocos que frecuentábamos cines en versión original
subtitulada como el Verdi, asistíamos a alguna representación teatral de vez en
cuando –recuerdo especialmente el Calígula
de Luis Merlo y El temps i els Conway,
de J.B. Priestley-, estábamos al tanto de las exposiciones artísticas, o
hacíamos cosas tan reprensibles como cantar en un coro o recibir lecciones de
ballet clásico, jamás lo habríamos confesado en público. ¡Antes la muerte! Ya
que de todos es bien sabido que una cosa es tener carné del Barça y otra muy
distinta, ser socio de Abacus.
Leer no mola ni ha molado en la vida. Como decían los
energúmenos de mi instituto, “és de penjats”, de inadaptados sociales, de
friquis granujientos con gafas de culo de vaso que jamás se comerán un rosco.
En este sentido, hacer deporte es bien distinto: matarse a correr cada mañana,
lucir unos bíceps torneados o unos abdominales tan marcados como el caparazón
de una tortuga marina otorga prestigio y aumenta las posibilidades de éxito con
el otro sexo. Lo veo claramente en clase cuando mando trabajos de lectura y les
digo a mis alumnos que como mínimo hay que elaborar uno, pero que cuantos más
me entreguen mejor nota obtendrán a final de curso… ¿Me creerán si les digo que
siempre, todos los años y en todas las clases, salta el bravucón de turno
preguntándose en voz alta quién va a ser tan memo de leer más de lo estrictamente
necesario? ¿Y si les digo que muchas veces es ese mismo bravucón quien suele
entregarme más de un trabajo? Eso sí, a escondidas. No vaya a ser que nos pillen
los compañeros…
Tres cuartos de lo mismo sucede con sus mayores, ¿eh?, no
se vayan a pensar. Hace unos días asistí a una representación de la adaptación
teatral de La plaça del Diamant. No hablaré
aquí de las bondades del texto, ni de la esforzada interpretación de Lolita, ni
de la monumental llantina que me pegué, bien oculta tras los cristales de unas
gafotas de pasta que reservo para estas ocasiones… Tan sólo diré, sin ánimo de
ofender a nadie, que la edad media de los asistentes era bastante elevada:
apenas había ningún menor de treinta años sentado entre el público. Y algún
mastuerzo apostillará: “Es que el teatro es caro, debería ser gratuito”. ¡Más
caros son los iPhones y hasta el último pelagatos de este país tiene uno! Mi
móvil es una birria de 32 euros y bien que me las apaño con él para echar
cuatro fotos y utilizar WhatsApp, que al fin y al cabo es lo que hace todo el
mundo; así queda dinero para ir de conciertos, viajar o pagarse algún cursillo
apetitoso.
Por otro lado, hay que remarcar que las actividades
culturales gratuitas abundan, al menos en nuestra isla. Sería bonito que este
verano, además de las uñas pintadas de rojo coral, se llevara la lectura… Para
combatir la ola de calor, nuestros mejores aliados habrían de ser un buen
chapuzón, una novela apasionante y varias rajas de sandía fresquita.
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lunes, 13 de abril de 2015
Al principio fue el Verbo
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¿La fragua de Vulcano o el infierno de los ignorantes? |
Existen principios que oiría una y otra vez sin llegar a cansarme
nunca, como el del Quijote: “En un
lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”. Otros que, en mi
opinión, están sobrevalorados, como el de la Lolita de Nabokov, más bien ñoño para mi gusto: “Lolita, luz de mi
vida, fuego de mis entrañas. Mi pecado, mi alma. Lo-li-ta: la punta de la
lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para
apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta. Era Lo,
sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies
descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando
firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita”. Y otros de los que nunca se
hablará lo suficiente, como el de Historia
de dos ciudades: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos,
la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de
la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la
esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos
nada; caminábamos derechos al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto”.
Juzguen ustedes mismos cuál les gusta más, o cuál añadirían a la lista…
Hoy es día de libros y rosas. Hoy es día de hacer mucho
el paripé, si me disculpan la grosería. Las hordas de supuestos lectores que durante estos días
se pasearán por las calles comerciales de las ciudades y pueblos de nuestra islita,
curioseando los tenderetes de las librerías, ni se corresponden con las patéticas
cifras de lectores habituales que arrojan las encuestas ni con mi propia
experiencia directa sobre el tema, que me dice que los ratones de biblioteca no
abundan (los de alcantarilla sí, si me permiten el chiste fácil…). Según un
artículo de El País publicado el 8 de
enero de este mismo año, “el 35% de los españoles no lee nunca o casi nunca” y
únicamente el 29’3% lo hace todos los días. Si este último dato puede parecer
esperanzador, no hay más que seguir leyendo para que se te caiga el alma a los
pies, ya que los integrantes de este último porcentaje afirman leer una media
de 8’6 libros al año o, lo que es lo mismo, menos de un libro al mes. Si
tenemos en cuenta que en Finlandia la media nacional es de 47 libros al año, es
para echarse a llorar.
¿Qué razones aducen los españolitos de pro para
justificar dicha penuria literaria? Pues, cómo no, que no tienen tiempo para leer. La
misma excusa barata que llevan aduciendo desde acabaron o abandonaron la
Secundaria; la misma que pretenden que me crea algunos de mis alumnos aun
sabiendo como sé que no trabajan, o bien lo hacen esporádicamente, que siguen
viviendo en casa de sus padres –donde seguramente ni siquiera quitan la mesa-,
que no tienen hijos ni perrito que les ladre y, sobre todo, que se entregan a
la actualización completa, continuada e inmediata de su “perfil” (seré muy
antigua, pero cada vez que me nombran esta palabra visualizo horribles camafeos
de marfil) en las redes sociales cada dos por tres. ¿Que no tienes tiempo para
leer? Pues pon un poquito menos la tele, hombre, desengánchate del ordenador o
deja el móvil tranquilo ya, que lo bueno del WhatsApp es precisamente que
puedes contestar cuando te vaya bien a ti, no al que irrumpe en tu intimidad con
una llamada.
Y, claro, “de aquellos barros vienen estos lodos”... Analfabetismo
funcional y mucha mucha desinformación, más que nada por la falta de criterio
con que se acude a las fuentes. ¿Qué podemos hacer para resolver esto? Muy sencillo: compren
y regalen libros, pero por encima de todo, ¡léanlos! Ahora y siempre, amén.
Y, ahora, la recomendación cultural de la semana: un experimento muy interesante que encontraréis en Drácula vampirizado por Philip Glass
Y, ahora, la recomendación cultural de la semana: un experimento muy interesante que encontraréis en Drácula vampirizado por Philip Glass
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jueves, 10 de abril de 2014
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